Antonio Casado – Andalucía, a la izquierda.


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

Sin sorpresas en Asturias e inesperado desenlace en Andalucía, donde las encuestas patinaron en su unánime pronóstico de bancarrota socialista. No ocurrió tal cosa, lo cual se ha convertido en un chute de moral para un PSOE que estaba a punto de la liquidación de restos de poder autonómico (al fin y al cabo lo del País Vasco tiene fecha de caducidad) y, mire usted por donde, ahora parece un ave fénix emergiendo de la quema.

Así que, definitivamente, no habrá declaración de siniestro total en el partido de Rubalcaba después del batacazo sufrido en las urnas del 20 de noviembre. Y no tanto por méritos propios, pues el caso de los EREs, el hastío de tan largo reinado al frente de la Junta y los documentados casos de clientelismo político habían puesto a los socialistas andaluces a los pies de los caballos. Las causas hay que buscarlas en las políticas (los recortes) y en errores puntuales (negativa de Arenas a debatir en televisión con Griñán) imputables al PP.

El PP en este caso no era solamente la franquicia andaluza. De hecho, en su exposición electoral primaron las políticas nacionales del flamante Gobierno Rajoy y los consabidos baldones de un PSOE reprobado por los electores de toda España en las elecciones territoriales de mayo y las posteriores generales de noviembre. En ese ámbito argumental hay que buscar la causa última de que los andaluces hayan optado por la continuidad de la izquierda en el poder autonómico.

La causa que, a mi juicio, ha evitado la presentida declaración de siniestro total en el PSOE (pérdida de su último gran bastión de poder) han sido las políticas de recortes fletadas por el nuevo Gobierno de la nación, especialmente la reforma laboral, hábilmente presentada por los equipos electorales de José Antonio Griñán como precursoras del debilitamiento del llamado Estado del Bienestar.

De ahí también se deduce el acierto de Griñán al disociar las elecciones andaluzas de las generales anticipadas a noviembre del año pasado. Estos cuatro meses consagrados por el Gobierno Rajoy al ajuste, los recortes y la cruzada contra el déficit público, así como ese aumento del paro reconocido por el propio Gobierno central (630.000 desempleados más para el año en curso, en un contexto de recesión económica) han sido determinantes en la percepción del electorado andaluz. Es evidente que entre los votantes ha calado más el miedo a los sacrificios pregonados por el PP a escala nacional que la esperanza de un cambio pilotado por Arenas en Andalucía.

En resumen, el desenlace de las elecciones del domingo nos anuncia más de lo mismo en Asturias, tras el inevitable reencuentro de Cascos con su partido de toda la vida. Lo de Andalucía, en cambio, es una sobredosis de autoestima para el alicaído PSOE en particular y la izquierda en general. Esta Comunidad Autónoma va camino de convertirse en el ariete político e ideológico de esa izquierda (suma PSOE-IU) contra las políticas economicistas del Gobierno central. Al tiempo.

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