Francisco Muro de Iscar – Confianza o cuchilla.


MADRID, 01 (OTR/PRESS)

Decía Maquiavelo en El Príncipe que «al conquistar un estado, debe el ocupador pensar en todos los actos de rigor que le es necesario hacer, y hacerlos todos de una sola vez para no tener que renovarlos todos los días y poder, no renovándolos, tranquilizar a los hombres y ganárselos haciéndoles bien. El que actúa de otro modo por timidez o malos consejos se ve obligado a tener siempre la cuchilla en la mano y no puede contar nunca con sus súbditos, al no poder éstos, a causa de sus recientes y continuas ofensa, fiarse de él». Rajoy no es un ocupador sino alguien que ha alcanzado el poder por la voluntad de los ciudadanos, que no súbditos, y ha decidido hacer todas las reformas ahora, con urgencia, porque sabe que lo que no se hace en el primer año de la legislatura, no se hace.

Pero también debería saber que si los mensajes llegan mal a los ciudadanos, incluso si no se explican por quien debe hacerlo, si la voz de los contrarios -que no tienen ninguna responsabilidad de gobierno y por tanto pueden decir y prometer lo que saben que no harían, o no hicieron cuando mandaban-, prima sobre la de los gobernantes y si éstos tienen mensajes diferentes, y hasta contradictorios, tal vez no pueda contar con los ciudadanos, que son los que le dieron el mandato de hacer las reformas que necesita España.

Rajoy guarda silencio y no ha presentado los Presupuestos, la ley más importante de cada año, ni ha explicado las medidas ni ha pedido a los ciudadanos que sigan confiando en él y en su equipo. Calla y toma medidas. Algunas positivas porque ha reducido los sueldos de los banqueros, los consejos de administración de las empresas públicas y los sueldos -muchos escandalosos- de sus directivos, ha tomado medidas para que ayuntamientos y comunidades autónomas paguen lo que deben, y tiene por cumplir otras promesas. Los recortes en educación, I+D+i, sanidad o dependencia son muy duros, y las nuevas tasas judiciales, por ejemplo, un escándalo porque van a limitar el derecho de defensa de muchos ciudadanos. La amnistía fiscal es otro recurso desesperado de quien no ve la forma de recortar más y trata de buscar dinero donde sea. Es, efectivamente un premio a los defraudadores, pero después de tres décadas de fracaso en la lucha contra el fraude fiscal y dos amnistías -Boyer y Solchaga-, algunos deberían guardar un prudente silencio. Lo que hay que exigir es una verdadera guerra al fraude fiscal y a la economía sumergida.

Rajoy calla cuando debería hablar alto y claro a los ciudadanos. Y va a ver cómo los sindicatos se envalentonan -Méndez se atribuye ya «el peso equivalente de un partido político mayoritario»-, el PSOE se lanza al monte porque todavía no ha asumido su grave responsabilidad en la crisis, IU lleva años en el monte y ahora en Andalucía va a hacer la repoblación forestal y sólo Europa aplaude las reformas. Rajoy no es Maquiavelo, pero no podrá gobernar si pierde la confianza de los ciudadanos. O confianza o cuchilla.

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