Rajoy, ni Superman ni el malo de la película.



No sé si he perdido el criterio o es que estoy confusa, como están
los políticos, los economistas y hasta los científicos de la NASA que no son capaces de augurar las consecuencias de las tormentas solares, en este tiempo de máxima actividad, en las comunicaciones vía satélite. Lo digo por mi sentimiento ambivalente que se mece en vaivenes con las actuaciones del Gobierno. Las ideas se agolpan y se funden rondando el estado alfa en una suerte de sueño de la razón engendradora de monstruos. Se abren los archivos akásicos y fluyen los personajes protagonistas del melodrama. No sabemos el número de actos e ignoramos el final, pero la ambientación y el vestuario bien merecen una nominación a los Goya.

Aparece en escena Rajoy, alto, muy alto, coronado de laurel, con larga capa de Superman y espada tipo Excalibur. ¡Es él, aclaman esperanzados los de las primeras filas de la platea, mientras le tienden las manos! Pero al tocarlo se dan cuenta de que está frío, y comprenden que no es su salvador, que lleva un disfraz, y que no es humano. Intentan retroceder, pero ya es tarde; están atrapados y no hay puertas ni ventanas. Una mujer, pertrechada con armadura medieval irrumpe haciendo un gran estruendo. Intuyo que es Fátima Báñez, la mujer de hierro. Tiene los ojos secos, sin lágrimas. Bajo la armadura se vislumbra el rostro de la malévola Diana, que se atracaba de ratones en la serie V. Báñez no come roedores, come hombres; come parados. Se acercan más; son multitud; todos con disfraces. Casi el Gobierno en pleno y algunos de la oposición. Soraya le da de mamar al niño, que es precioso. Cospedal con Del Hierro y otra gente, juegan al Monopoly. Ya tienen las cuatro Cajas de Ahorros –en el sueño no hay gasolineras—y han edificado casas y hotel en las dos parcelas de la milla azul (Castellana y Paseo del Prado, si mal no recuerdo). Aparecen unos jinetes al trote. Al principio creo que son los del Apocalipsis, pero no; es Bono, con su hijo y unos amigos de la jet, que están promocionando la hípica. Se incorpora otro elenco de personajes: Mato, toda chula en un Jaguar descapotable; Montoro tratando de descifrar el código QR, que le trae a mal traer, y De Guindos hablando por el móvil, en alemán, creo que con Merkel. En mi sueño, Rubalcaba luce como un muerto viviente, con parche de pirata y un loro en el hombro. Bueno, no sé si era loro o faisán. En esas disquisiciones andaba mi otro yo, cuando ese enemigo llamado despertador entró cual vendaval barriendo a los personajes del escenario, al tiempo que caía el telón. Ahí quedaba el guión irreal y loco, que las sombras y los silencios de la noche activan por su cuenta y riesgo.

Pero los sueños, sueños son. Y Mariano Rajoy, ni es frío, ni actúa, ni lleva disfraz. Y la pobre ministra Báñez –no me quisiera ver en su piel y entiendo lo que siente Warren Buffet Junior cuando dice lo mismo en referencia al presidente de España—, no llora en público como su homóloga italiana, Elsa Fornero, pero sus ojeras son una muestra palpable de sus desvelos. Es duro, llegar al Gobierno y estar en el punto de mira desde el minuto uno. Sobre todo cuando la desfeita del Estado es total. Poco más de cien días –de descortesía, todo hay que decirlo—y el agitprop político-mediático no ha cejado en su empeño de querer ganar en la calle a base de pancartaza, bocina y silicona, lo que los ciudadanos les han negado en las urnas. Una huelga general –sin éxito, y más por miedo a los piquetes que por oposición al Gobierno— fue el corolario de cien días de estrategia de desgaste, de acoso y derribo. Pocos frutos recogidos, porque, mal que les pese, Rajoy sale mejor valorado que Rubalcaba. No es para tirar cohetes porque la comparación ofende, pero es lo que hay. Y es que entre tanto despilfarro, los socialistas “se han despilfarrado” a sí mismos –perdón por el reflexivo, solo esta vez—, y están condenados a vivir de los harapos del pasado y de los abuelos cebolleta.

Pero vayamos a las cuentas, a los presupuestos de la discordia. En efecto, son los más austeros y no le gustan a nadie, ni siquiera a Rajoy. No sé si son todo lo justos y equitativos que enuncian, pero la situación es la que es. Vivimos una coyuntura extraordinaria. Hay que hacer un ajuste fiscal de 27.300 millones de euros respecto al 2011, para lo cual es necesario ingresar en las arcas unos 10.000 millones, y recortar el gasto en 17.000 millones aproximadamente, para cumplir con el objetivo de déficit, pactado con Bruselas, del 5,3% del PIB. Todos los ministerios sufren un recorte considerable: Fomento un 34% menos; Exteriores el 54,4% menos; Industria y Energía el 31% menos, y lo mismo el de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. A pesar de los recortes se mantiene el gasto social: no se tocan las prestaciones al desempleo; se congela el sueldo de los funcionarios y se actualizan las pensiones. Los ingresos, según los cálculos del Gobierno, serán, vía IRPF, unos 4.100 millones –que se recauda ya desde febrero—, la primera decepción que nos llevamos con Rajoy, desencuentro que hicimos público en su momento; se sube el impuesto de sociedades, que afecta a las grandes empresas –medida muy criticada por los liberales del PP—. Unos 12.314 millones contando todas las medias fiscales –subida del tabaco, tasas jurisdiccionales y otras—. Se incluye también la recaudación estimada de unos 2.500 millones de los evasores fiscales, sin duda, la gran sorpresa de estos presupuestos, porque si bien los ministros socialistas Boyer y Solchaga habían concedido amnistías fiscales, y Elena Salgado lo había propuesto en junio de 2010, el PP siempre estuvo en contra y el propio Rajoy lo había calificado de ocurrencia. Lo peor de un político no es que se equivoque, sino que falte a la palabra. Por eso, algunas cosas hay que explicarlas muy bien para que puedan ser digeridas. Y el fuerte del PP no es precisamente la comunicación. Yo les pido que no sean cobardes y acomplejados. Que no se arruguen. Si los españoles les han premiado con mayoría absoluta, no es cuestión de pasar el rodillo, pero sí de abordar las leyes necesarias, aunque no todas sean del gusto de todos, y aunque no todo tenga el éxito esperado. Y, por favor, digan más a menudo, que se han encontrado las arcas vacías y con una deuda descomunal. Lo del 6% se entiende mal, pero todo el mundo sabe lo que significa vacío.

Esto no quiere decir que estemos de acuerdo con las medidas para reducir el gasto público. Creo que son difícilmente comprensibles y aceptables por la ciudadanía si no se abordan otras reformas. Urge una reestructuración del Estado con el fin de optimizar los recursos públicos y evitar duplicidades, “sin prisa pero sin pausa”, Mariano Rajoy, dixit; esto es, reforma de las autonomías y el Senado, y eliminación de instituciones y órganos consultivos, todo un entramado de empresas públicas que sobredimensiona la Administración, la mayoría no vinculantes.

Dicho esto, el PP se merece una buena crítica, y los que no somos progres nos merecemos una explicación convincente. Me refiero al desaguisado de TVE. No se entiende que Rubalcaba siga con sus tentáculos y achichincles azuzando a los pasivos espectadores. Sí, ya sabemos que hasta junio no se puede cambiar el consejo, pero siempre hay vías intermedias. No se entiende que los socialistas, con sus malas artes, hayan hecho la campaña de las andaluzas utilizando el ente público, o mejor dicho, los entes, porque Canal Sur es la tele privada de Chaves-Griñán, ¡y lo que te rondaré, morena! No se entiende que los informativos estén en manos de la izquierda, que no pierde comba y juega al desgaste. Y no se entiende que TVE a Mariano Rajoy no le quite el sueño, según dicen que dijo. Por si fuera poco, Periodista Digital acaba dar la exclusiva de que la inefable Julia Otero, papisa de los progres, abortista, anticlerical y antiPP –la gallega es muy completa—, ha firmado un precontrato con Telefónica para hacer entrevistas a la carta en la televisión pública. Menos mal, que en Moncloa han reaccionado a tiempo y parece que no se concretará el aterrizaje. ¿Quería indigestarnos con más cerezas? Metidos ya en el despropósito, ¿por qué no fichar también al Gran Wyoming y a Buenafuente? Y, puestas así las cosas, ¿por qué no quedarse, como reliquia, a ese engendrito llamado Ana Pastor, que tanto rentabilizó el gobierno de Zp, cuyo único mérito como periodista es fustigar al invitado que no es de su cuerda, sobre todo, si es de derechas y católico.

Cuatro cosas para terminar: recuerden siempre que son mortales; que otro pacto del Tinell es posible y probable; que el cordón sanitario ya está activado, y que las cejas de Zapatero siguen teniendo forma de escuadra.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora de Ourense siglo XXI
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
www.magdalenadelamo.com
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(5/4/2012)
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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