Fernando Jáuregui – Rajoy merece confianza, pese a todo


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Un país que, en poco más de cien días desde que tomó posesión, está quemando a su presidente del Gobierno, al partido que obtuvo mayoría absoluta en unas elecciones celebradas hace menos de cinco meses, a parte de las instituciones –incluyendo la Corona–, al estado de las autonomías, a su arquitrabe bancario y empresarial, es, sin duda, un país que ha entrado en la locura. Un país que vive en el delicado equilibrio entre su dependencia exterior y las exigencias interiores es, sin duda, un país que se halla muy débil. Un país al que le brotan los dirigentes antisistema tiene una grave enfermedad. Un país una parte de cuyos medios de comunicación se dedican a denigrar su potencialidad como nación tiene que hacérselo mirar. Y lo peor es que, muchas veces, esos medios de comunicación lo único que hacen es reproducir, magnificándolas, ciertas declaraciones de los propios miembros del Gobierno central del tal país, que dicen cosas como que, por ejemplo, estamos «en una situación límite» o que el estado de la cuestión es «crítico». Textual.

Comprendo que sí, que la situación es delicada; entre otras cosas porque, como decía creo que era Galbraith, la economía es un estado de espíritu, no siempre dependiente de circunstancias objetivas. Tampoco digo que reproduzcamos la indeseable actitud de un Zapatero negando la existencia de crisis alguna y llamando «antipatriotas» a quienes de ella hablaban; de aquellos polvos, estos lodos. Pero ni tanto, ni tan calvo. Pasar de pretender ser la envidia de Europa a reconocerse el último mono de la UE puede llevarnos a una suerte de paranoia. Y me parece que no debemos caer en ella, por nuestra propia salud mental. Y física..

Una parte de la debilidad de la situación española somos los propios españoles; cuánto siento tener que decirlo. La Gran Veleta Nacional pasa de otorgar mayoría absoluta a un partido, a un gobernante, a darle el estatus de pinpanpun en menos de cien días, mientras la eurooleada arrecia y los vientos huracanados de los mercados hacen jirones el velamen. Mariano Rajoy era la solución en noviembre y ¿es el problema en abril?

Eso no puede ser así. Ha llegado el gran momento para que el presidente del Gobierno, lejos de huir de los micrófonos se enfrente a ellos y muestre su talla de estadista, en la que yo sigo creyendo: Rajoy, con casi once millones de votos a sus espaldas, merece confianza, tiene que merecerla, le hayamos votado o no en noviembre. En mi modesta opinión, la merecerá plenamente cuando proponga el gran triple pacto que desde todos los rincones le vocean: el puramente político con la oposición, el sindical y el autonómico. No puede batir el record mundial de la impopularidad en menos tiempo. No sería justo. Ni nos conviene.

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