La tropa se revuelve y pierde la fe en Rajoy.


“En tiempo de desolación no hacer mudanza”, reza la frase sabia del fundador de los Jesuitas, san Ignacio de Loyola. El mensaje no está exento de una buena dosis de profundidad y viene muy a punto en estos tiempos agitados salpicados de ocurrencias e improvisaciones. Malos tiempos implican más reflexión, más paciencia y más cuidado en los pasos. El consejo es para todos, y en ese todos me incluyo. La tropa está revuelta, y no me refiero a la de Morenés. Son los votantes del PP los que enarbolan el hacha dialéctica de guerra contra la gobernanza de estos ciento y tantos días, de continuismo zapateril, según los más críticos. “Rajoy ya está hundido… solo se salvaría cambiando el Gobierno”, dice uno. “No hay liderazgo… Rajoy tiene que dar más explicaciones”, argumenta otro. Lo peor de todo es que estas opiniones no salen de labios socialistas o del pueblo liso y llano, sino de votantes del PP, sobradamente preparados, que diría Pedro J., y activistas contra Zapatero, en el sentido mediático del término. Y me consta porque compartimos la tertulia La Bitácora desde hace más de un año, exponiéndonos incluso a críticas por nuestra defensa desmedida. Pero están desencantados; lo estamos todos. Tras casi ocho años de lucha en el frente, y los primeros días de euforia triunfal, nos hemos sumido en un estado de tristeza letárgica, casi sin esperanza. Y no es que no haya esperanza. La hay; viene en cajita de terciopelo verde, aunque es preciso desenvolverla e interiorizarla, y eso solo se consigue con un discurso claro, sin eufemismos, abundante, continuo y veraz por parte del PP, o más en concreto, de Rajoy. La gente no le pide explicaciones ni a Báñez, ni a De Guindos, ni siquiera a Soraya; y las arengas light e inanes de Cospedal ni ilusionan ni tranquilizan, por mucho que ella se haya apuntado a darnos el parte cada lunes en la pública. (Dicen los anticospe que tiene mono de tele, de tele nacional, y que no se conforma con la suya de Castilla-La Mancha que le cortó a medida Nacho Villa; que está en su agenda suceder a Rajoy y por eso no quiere que olvidemos su cara, y teje hilos de poder en torno al núcleo. Cuidadín, cuidadín, que el gusano de seda acaba asfixiado en su propio tejido). La gente quiere oír a Rajoy, y lo de escaparse por el garaje es casi tan malo como la foto del rey que circula en los medios, al lado de Cocodrilo Dundee, con el fusil y el elefante muerto. Todo un esperpento desedificante en medio de la crisis, precisamente en una de las peores semanas que se recuerdan. Qué mala imagen en medio de tanto recorte, y qué poco beneficia de cara al exterior. Al final, va a resultar que lo mejor de la monarquía va a ser Letizia.

Rajoy tiene poco bueno que decir y mucho malo que desdecir. Se estrelló con el anuncio de la subida traidora del IRPF, y con él quienes defendimos siempre sus políticas liberales. Algo se murió en el alma ese día: la lealtad a la palabra dada, la promesa incumplida, pero cuando aún no se había superado el duelo, vinieron otras decepciones. Más impuestos a las empresas, un corralito encubierto al estilo argentino y amnistía fiscal, que no es eso, sino otra cosa, pero, en definitiva, se concreta en perdonar a los evasores de capitales procedentes del tráfico de drogas, de blancas o de armas. Tema grave y amoral, cuando menos, y no convence el argumento, aunque es cierto que ante una situación extraordinaria, hay que tomar medidas extraordinarias, Montoro dixit. Pero la explicación siempre llega a destiempo y a rebufo, una vez producido el debate mediático. Es cierto que Rajoy tuvo mala suerte. Sin precedentes. Ningún presidente de España sabe lo que es vivir “con la muerte en los talones”, al pie del Guadarrama, a falta del monte Rushmore, perseguido por la Troika. Esos tres mosqueteros vienen a Moncloa a rescatar “el collar de la reina” y tienen aún peores pulgas que los espías que hacían correr a Thornhill, agarrado a la barba de Lincoln.

Dicho esto, hay que separar lo disculpable –debido a la herencia socialista, el déficit, etcétera—, de otras acciones y decisiones del PP, mal unas y rematadamente mal, otras. El nepotismo es un mal endémico que hay que erradicar. Más de uno se pregunta por qué no se promulga un código de buenas prácticas políticas. Bueno, lo hay, pero no se cumple. Me quedé muda cuando un amigo periodista de izquierdas puso ante mí la lista de altos cargos del PP, acompañada de una frasecita cargada de estricnina: “Mira, mira cómo se lo montan los tuyos”. “Estos no son los míos”, lo siento –dije—. En efecto, en el flamante redactado estaban el marido de Dolores Cospedal, Ignacio López del Hierro, propuesto como consejero de Red Eléctrica Española, cargo al que renunció tras la polémica suscitada “para no perjudicar a su mujer”. Su hermano, Ricardo Cospedal también renunció a la presidencia de la fundación Carolina por los mismos motivos. Alberto Nadal, hermano de Álvaro Nadal, jefe de la oficina económica de La Moncloa, también renunció al cargo en Red Eléctrica, por razones obvias. Quien no le hizo ascos al cargo fue Iván Rosa Vallejo, esposo de Soraya Sáenz de Santamaría, incorporado a Telefónica, ese ente abstracto que habilita puestos ad hoc para gente guapa, léase Urdangarín, o para políticos en busca de asilo. También tiene cargo nuevo el cuñado de Miguel Arias Cañete, José Ramón Bufanda, como presidente de la Sociedad Estatal de Caución Agraria. Ángeles Alarcó, ex mujer de Rodrigo Rato fue nombrada presidenta de Paradores, y un hijo del ex ministro Marcelino Oreja ocupa accedió a la presidencia de FEVE. Álvaro Ramírez de Haro, hijo de Esperanza Aguirre es asesor del Secretario de Estado de Comercio. María Zaplana, hija del ex ministro, es asesora del Secretario de Estado de Turismo y Carmen Pérez Llorca, hija del ponente de la Constitución y diputado de UCD, es viceconsejera de Organización Educativa. Aunque esto sea lo normal, no es ni ético ni estético. Por eso la casta política está tan mal vista y se ha convertido en un problema para la sociedad, según el CIS.

Otro de los temas que el PP fue incapaz de resolver es la renovación de los organismos constitucionales, entre ellos el Consejo de Administración de RTVE. Es un disparate que TVE siga timoneada por los mismos comisarios políticos que a lo largo de toda la etapa Zapatero-Rubalcaba. Cinco meses después de haber ganado las elecciones, ante la imposibilidad de llegar a un consenso con Rubalcaba, los telespectadores continúan sufriendo a los mismos informadores sectarios, dirigidos por consejeros más sectarios aún; esos que se han pasado años implementando el laicismo salvaje e imponiendo la mordaza a quien ose contradecir su dictadura, o compartir creencias e ideas antropológicas defensoras de la verdadera esencia del ser humano y la familia. Ocurrió estos días con la homilía de monseñor Reig Pla, a quien damos todo nuestro apoyo desde estas páginas. ¡Solo faltaría que se nos prohibiera a los católicos leer, decir y oír las palabras del Evangelio! Nada nuevo dijo el Ministro de Dios. Solo nos recordó que la homosexualidad es un desorden o una anomalía, y que estas modas tendentes a relativizar todo lo sagrado, incitan a los jóvenes a probar nuevas experiencias, creyendo que son opciones sexuales rectas. El obispo Reig Pla no condenó la homosexualidad ni a los homosexuales, sino la práctica. Pero el arquetipo de la izquierda laicista no ceja en su empeño de arrinconar a los cristianos. No lo va a conseguir porque somos muchos y valientes, y el bien acabará triunfando. Pero algo bueno salió de todo esto. Ante la proposición de censurar el video del obispo de Alcalá de Henares, el PP, se ausentó para romper el quórum y parece que el Gobierno va a cambiar la ley para elegir al presidente del ente. ¿Por qué no se hizo antes y quizá Andalucía no estaría tan perdida? Hay que recordar cuánto emponzoñaron, cuánto manipularon y cuanto mintieron en la campaña, tapando con la manta los asuntos turbios de Chaves y Griñán.

Para añadir una gota más de incoherencia, llega el fichaje de Julia Otero, papisa de los progres, comecuras y sectaria donde las haya. No le vendrían ma los servicios del padre Fortea. Del gabinete de comunicación de La Moncloa, primero dicen que no saben nada; luego ella lo celebra y declara que puso como condición ser aceptada por todo el consejo. También se dice que “gusta” el perfil de izquierdas de la charnega. No se entiende, aunque conociendo el “arriolismo”, denominado también “cómo meter la pata en sesión continua”, medio se explica. En cualquier caso, me solidarizo con los desencantados que se preguntan qué pinta aquí esta sectaria, después de haber montado cordones sanitarios, y haber cocinado la información a favor de la izquierda. ¿Qué tal contratar de paso a Gemma Nierga, al Gran Wyoming, a Pilar Rahola, a Margarita Sáenz Díez, a Ekaizer y a todo este elenco de progres casposos sin nada nuevo que decir?

Hay mucha razón para el desencanto, y también culpas y culpables. No hay que olvidar que la izquierda está al acecho esperando sacar ganancia de nuestro dolor. Rubalcaba, Valenciano, Soraya Rodríguez, Cayo Lara… qué van a ofrecer estos. Nada, solo palos en las ruedas del Gobierno a ver si vuelca, y cuanto antes, mejor. Por eso, en estos momentos lo más sensato es seguir la frase de san Ignacio. “En tiempo de desolación no hacer mudanza”. Ni siquiera mudanza de ideas. Hay que tener esperanza y un poco más de paciencia. Si pasado un tiempo, la decepción es definitiva, entonces sí habrá que pensar en mudarse y cambiar el rumbo. Pero, de momento, “ni un cuarto al pregonero”.

___________________
Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora de Ourense siglo XXI
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
www.magdalenadelamo.com
[email protected]
Suscripción gratuita
(15/4/2012)
.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

Lo más leído