Rafael Martínez-Simancas – Sin etiqueta – Urdangarin canta soleares.


MADRID, 01 (OTR/PRESS)

En las películas el sheriff coge el megáfono y anuncia a todo pulmón: «¡salga, está rodeado!». En esta película de cine negro que se rueda en Palma de Mallorca, de momento secuencias interiores, el juez sólo ha tenido que decir que ha encontrado un ordenador portátil en el cubo de la basura para que Urdangarin salga con los brazos en alto y sin oponer ninguna resistencia. El duque renuncia a ser «un ciudadano ejemplar» y se conforma con ser un ciudadano que no va a ir a la cárcel siempre y cuándo la Fiscalía acepte el trapicheo de fondos, de cuentas y de paraísos fiscales. Lo único bueno que se puede admitir del duque acosado es que gracias a él hemos aprendido grandes nociones de geografía fiscal; gracias a él y a su socio hemos conocido nuevas islas y cuevas de ladrones dónde se refugia el dinero captado en extrañas circunstancias, ninguna de ellas legítima al parecer.

Puede que esta maniobra le libre de la prisión tanto a él como a Diego Torres, pero no les va a librar en lo sucesivo de un alto grado de ignominia. Dicho de otra manera: Urdangarin llegó a duque al pedir una mano y va a perder ese honor al haber alargado la misma mano. Lo suyo es que le fuera retirada la condición de aristócrata «con-suerte» para no desprestigiar el título y a Palma de Mallorca. Lo demás formaría parte del trapicheo que el exjugador de balonmano quiera hacer con la Fiscalía a la que le ha caído la patata caliente. Lo que estaría negociándose es la devolución de lo robado a cambio de no ingresar en prisión, pero aceptar el pillaje ya es confesar el delito y reconocer la culpa, por lo tanto un comportamiento escasamente ejemplar.

Seguro que si elude el marrón de la cárcel encontrará una nueva vida, habrá tertulias en la tele que se lo rifarán para que dé lecciones de economía. Otros antes que él han logrado esquilmar bancos para luego pasar por honrados ciudadanos que aconsejan al Gobierno cuál ha de ser el camino a seguir en materia de recortes. Por ese lado que no se preocupe el de Palma porque no va a conocer el paro; hasta puede que coloque su biografía a buen precio en alguna editorial de las que hacen caja sin preocuparse por cultivar el estilo.

Desde luego que todo este bochorno se podría haber evitado, además de una manera muy sencilla: no participando en el expolio de los fondos públicos aprovechándose de una ventajosa posición social. A partir de ahí todo se complica, se enfanga y apesta. El juez que sostiene el megáfono ya tiene puesta la mascarilla para cuándo Iñaki salga a cantar por soleares todo aquello que calló por peteneras cuando se creía el rey del mundo, o en su defecto el duque del universo.

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