Miguel Angel Ballesteros, General Director del IEEE – El papel de la religión en el conflicto sirio


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

La religión juega un importante papel en el conflicto sirio. Aunque la mayoría de la población es sunita y sólo el 15% son alauitas, la clase dirigente: políticos del partido Baaz, altos cargos de la administración y de las Fuerzas Armadas e incluso el Presidente Bashar al Assad pertenecen a esta última rama del Islam, que está muy próxima al chiismo.

El país chiita por excelencia es Irán, que desde la década de los 80, fomenta la expansión de su Revolución Chiita a todos aquellos territorios afines a esta forma de entender el islam. Un buen ejemplo es la ayuda que Irán proporciona al movimiento chiita Hizbulá en Líbano, a través del régimen sirio.

Muchos de los enfrentamientos en Siria, lo son entre sunitas y alauitas. El ejército sirio tiene 200.000 efectivos, la mayoría de reclutamiento obligatorio y por lo tanto mayoritariamente sunitas, pero sus fuerzas especiales, con 10.000 efectivos, son mayoritariamente alauitas. Además dispone de una unidad de élite: la Guardia Republicana, con tres divisiones (30.000 hombres), mandada por el general Maher al Assad, hermano mayor del Presidente y número dos del régimen. Muchos de los oficiales de esta Guardia Republicana han recibido adiestramiento de los Guardianes de la Revolución iraníes. Estas unidades, junto a la policía, son también mayoritariamente alauitas y han sido las encargadas de reprimir a los opositores al régimen. Desde junio pasado su prioridad ha sido combatir al autodenominado Ejército Libre de Siria, constituido en torno a desertores del Ejército.

La falta de confianza en el conjunto del ejército hace que el Gobierno utilice exclusivamente estas fuerzas de élite, pero esto limita su capacidad de actuación simultánea en todo el territorio. Arabia Saudí, líder de los sunitas, ha propuesto armar a los rebeldes si no se firma una resolución del Consejo de Seguridad de NNUU que autorice una intervención militar internacional para proteger a la población. El pasado 27 de abril las Fuerzas Armadas libanesas interceptaron el carguero Lutfata II con tres contenedores de armas procedentes de Libia con destino al puerto libanés de Trípoli. Las armas irían destinadas al Ejercito Libre de Siria para que logre controlar una parte del territorio sirio, donde organizarse, reclutar combatientes y armarse, mientras que el objetivo del régimen de Bashar al Assad es evitar que los rebeldes logren controlar parte alguna del territorio.

A medida que el conflicto sirio se generalice, adoptará la forma de una guerra civil, donde el componente religioso irá tomando fuerza, polarizando la ayuda exterior a uno u otro bando. Mientras que Irán podría caer en la tentación de colaborar activamente en apoyo de Bashar al Assad, países como Arabia Saudí o Turquía podrían apoyar a los rebeldes. Otros vecinos como Irak y Líbano mantendrán una actitud más discreta por razones internas. Mientras en Irak con un gobierno mayoritariamente chiita tiene demasiados problemas internos como para inmiscuirse en el país vecino, el gobierno de concentración nacional libanés, formado por sunitas, cristianos y chiitas de Hizbulá, está muy marcado por su propia guerra civil y evitará cualquier problema que avive la tensión interna. Por otro lado, Al Qaeda siempre atenta a aprovechar la aparición de estados fallidos o débiles en el mundo musulmán, ha encontrado una oportunidad para instalarse en Siria combatiendo a alauitas y chiitas a los que considera apóstatas del islam.

Estamos en definitiva ante la acción con tintes religiosos de un régimen autoritario que no duda en usar la represión contra una parte de su población, mientras países como Arabia Saudí e Irán pugnan por el liderazgo en la región.

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