Francisco Muro de Iscar – Acorralados.


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

No se pierdan la fantástica explosión de color de la exposición de David Hockney en el Guggenheim bilbaíno. No sólo porque es espléndida, sorprendente y relajante sino porque va a ser lo único con color que vamos a poder ver en los próximos meses. No es que el panorama esté gris, hemos entrado en la negritud más absoluta. No hay un solo pilar de la economía que se salve. El sector financiero por los suelos, las autonomías en precario y bajo amenaza de intervención, el sector exterior sin acabar de tirar lo que necesita la economía española y el turismo a la espera de ver si el efecto Semana Santa mejora un poco las cifras. Grecia nos empuja al abismo y no es que se tema la implantación de un «corralito» a la argentina en España, es que nos están acorralando y no parece haber recetas para afrontar el problema.

Más privatizaciones, más despidos, más rebajas salariales, menos inversión, menos gasto en I+D, en educación, en fármacos* ¿Y cuando hayamos recortado todo lo recortable -lo que era superfluo, lo que era excesivo y, también, lo que es imprescindible para subsistir- de dónde vamos a recortar más? Las salidas a la crisis no van a venir ni por los indignados del 15 M, que no acaban de pasar de la indignación al compromiso y siguen siendo un divertimento respaldado por las televisiones y los medios de comunicación pero cada vez más gaseoso, ni por el «cayolarismo» que, lo vamos a ver en Andalucía, es un retroceso al pasado.

La única salida posible, aunque ya hemos perdido mucho tiempo, es un Pacto de Estado entre el PP y el PSOE, que ganaría muchos enteros si sumaran el apoyo de CiU y del PNV. Un pacto con publicidad o tácito, da lo mismo. Hay que mirar el ejemplo griego o, por no irnos tan lejos, el asturiano: un país ingobernable y sin Gobierno abocado al caos. Y ni siquiera una mayoría absoluta permite hacer todas las reformas que se necesitan. Hay que atacar el problema con dureza, pero con un horizonte. Hay que acabar con la corrupción de forma ejemplar y sentar las bases para que nunca más sea tan fácil enriquecerse a costa del dinero público.

El juicio a María Antonia Munar o las declaraciones de los vicepresidentes de la CAM que dicen ahora que «no entendían las operaciones» pero que han ayudado a la ruina de esa Caja y del país, el despilfarro de tantos altos cargos, no puede quedarse en nada. Tiene que tener, al menos, si no hay responsabilidades penales, una condena pública, una sanción moral. Basta ya de pequeñas querellas, de miserias estériles, de esa insufrible cortedad de miras. Hay que cambiar el color de la crisis y eso sólo es posible desde la confianza, desde el pacto. Necesitamos que Europa no nos ahogue, pero no podemos pedirlo si no empezamos por ayudarnos a nosotros mismos.

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