MADRID, 23 (OTR/PRESS)
La huelga general de enseñanza pública del martes pone el dedo en la llaga de uno de los aspectos más sombríos de la política de desmontaje de este Gobierno a la que me refería días atrás. Los recortes en educación han colocado sobre el abismo uno de los grandes pilares del Estado de Bienestar y uno de los principales fundamentos de una sociedad moderna y avanzada como la que teníamos antes del comienzo de los hachazos con los que el Gobierno cree que puede combatir a la crisis. Qué casualidad que esa política encaja perfectamente en los parámetros ideológicos del partido gobernante. Es el camino de la desaparición o supremo empobrecimiento de la enseñanza pública, lo que dejaría en manos de la privada todo o la mayor parte del campo de la educación, como podría suceder en el terreno de la sanidad si se persistiera en la dirección de facilitar su privatización. No quiero ser mal pensado pero tampoco quiero ser tan estúpido como para no darme cuenta de las posibles o más que posibles intenciones de una derecha política espoleada por una extrema derecha que tanto terreno parece haber ganado.
Si para el rescate de Bankia se destina tanto dinero como los recortes últimos en enseñanza y sanidad, eso significa que no es una vulgaridad repetir aquello de que hay para los bancos y no hay para sostener los fundamentos de la sociedad española. Esta huelga del martes pone de relieve la situación a que hemos llegado, por muchos viajes que ahora haga el presidente Rajoy, por muchos encuentros de alto nivel, por muchas buenas palabras que vengan de USA o de Alemania. El Gobierno tiene que rectificar drásticamente la dirección que ha tomado. Porque se equivoca del todo y porque el pueblo español no va a aguantar mucho tiempo impertérrito que se le arrastre hacia la catástrofe y hacia la pobreza. Esa tendencia a bendecir lo que viene de Merkel y despreciar lo que viene de Hollande es otro disparate basado en las puras creencias ideológicas. Las gentes lo van a entender más pronto que tarde y luego no van a decirnos que no se lo hemos avisado.
