Andrés Aberasturi – Un país, qué país.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Este es el último viernes que escribo de política. A partir de ahora me agarraré como sea a lo cotidiano, a la intrahistoria, a contar cómo los chopos plateados me llenan el alma de una pelusa blanca. Porque me duele el mundo y me molestaría hasta la irritación -si aun pudiera irritarme algo- esta país nuestro en el que todo vale y en el que nadie se da por aludido. Un país donde nada menos que el Tribunal Constitucional -ese juguete roto desde hace tanto tiempo- se ve obligado a amenazar al Legislativo para que cumpla con su obligación, un país en el que un vocal del CGPJ, Gómez Benítez, y su presidente, Carlos Dívar colocan a la institución a los pies de los caballos -más aun de lo que ya estaba- por una disputa frívola que encubre un enfrentamiento real y que viene de antiguo.

Un país en el que los rectores de las desacreditadísimas y tantas veces absurdas universidades españolas, esos rectores que por definición del cargo se denominan «magníficos», ofrecen a la sociedad el fantástico ejemplo de dar plantón y tener una hora esperando a un ministro del Gobierno de España con el que se puede estar o no de acuerdo, pero eso se dice a la cara y no con sentadas en la antesala de la cosa y descalificaciones personales de la portavoz de los nada magníficos en esta ocasión rectores magníficos. Un país que lleva debatiendo sobre 25 segundos del himno nacional mucho más que sobre lo 90 que dura el partido. Si hay pitada, que piten y que el Príncipe de Asturias escuche los abucheos. Algo podrá decirle su padre del vacío -y de los malos modos y los insultos- que tuvo que soportar cuando en pleno franquismo quiso conocer España pueblo a pueblo. Un país en el que la CEOE -y no todos los empresarios- se han convertido en voraces devoradores con la disculpa del hambre de todos y en el que los sindicatos mayoritarios -y no todo los sindicatos- pretenden representar a uno trabajadores que en absoluto se sienten representados por esas empresas con siglas ilustres que un día tuvieron la posibilidad de luchar -y lo hicieron- por la libertad de todos pero que ahora son otra cosa. Un país que tiene como presidente de Kutxabank a un señor (iba a poner comillas en lo de señor, pero mejor dejarlo así) que afirma que el norteamericano de Eurovegas pretende «montar una especie de casa de putas cerca de Madrid». Un país en el que la jefa de gabinete del consejero balear de Educación, zarandeada y vejada por unos estudiantes que llegaron a tirarla al suelo cuando ocuparon la consejería, es ahora acusada por uno de ellos, Pau Mas, por haber recibido de la señora una golpe en la cabeza «tipo colleja contundente». Pobre y valiente Pau; hasta es posible que su demanda prospere y se pille unos eurillos por la «colleja contundente». Lo que tenía que haber hecho la jefa de gabinete era dejarse zarandear, empujar y que la tirasen al suelo bendiciendo la justa reivindicación de los ocupas. Un país en el que un día sí y otro no aparecen -presuntamente- millones de euros en cuentas raras de Urdangarín, el chico que lo tenía todo y quiso más. Un país cuyo Gobierno rechaza las más de 3.100 enmiendas a los Presupuestos -esta es una historia que se repite-. ¿Ni una de las más de 3.100 propuestas aportaba una sola idea válida? Cuesta creerlo. Un país que no ha aprendido nada desde que Machado lo dijera rotunda y claramente: «Una de las dos Españas ha de helarte el corazón» Y don Antonio no hacia sino reflejar no sólo su tiempo sino los siglos anteriores. A mi ya el corazón me lo hielan las dos Españas

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído