MADRID, 24 (OTR/PRESS)
Durante los días 20 y 21 de mayo se ha desarrollado en Chicago la 25ª Cumbre de la OTAN. La tercera Cumbre que se celebra en los Estados Unidos pero la primera que se reúne en una ciudad que no es Washington. En la capital norteamericana se congregaron los Aliados por primera vez, 1949, firmando el Tratado del Atlántico Norte y, en 1999, se conmemoró su 50º aniversario.
En esta ocasión la ciudad anfitriona de la conferencia ha sido la ciudad del Presidente Obama. Estratégicamente planeada, la Cumbre ha servido para afianzar el liderazgo de los Estados Unidos y su Presidente, en un año crucial, en el que se celebran las elecciones presidenciales.
En la Cumbre, la de mayor participación de la historia con más de 60 países y organizaciones internacionales invitadas, se ha reafirmado la «fortaleza» de la Alianza basada en el vínculo transatlántico entre las dos orillas del Atlántico. El Consejo del Atlántico Norte, su máxima autoridad, ha centrado su mensaje en tres áreas: el «compromiso» con Afganistán, las «capacidades» es decir los medios militares y la «conectividad» interna y externa de la organización.
El compromiso con la nación afgana para facilitar una transición no exenta de riesgos, pero siempre dentro de un proceso firme y seguro, que deberá conducir, antes de lo previsto, al control de todas las provincias por parte de las Fuerzas Seguridad Afganas. El 75% de la población ya está bajo la protección de sus propias fuerzas. En este escenario y con la presión de las promesas electorales del nuevo presidente francés François Hollande, la fechas claves de la transición serán: verano de 2013, cuando las fuerzas aliadas cambiarán su misión, pasando de la primera línea de combate a la segunda línea dedicada principalmente al apoyo y, finales de 2014, para culminar el traspaso de la responsabilidad de la seguridad afgana a sus fuerzas nacionales.
Con posterioridad a esa fecha, el compromiso es el de mantener esas Fuerzas de Seguridad nacionales en la cantidad y calidad suficientes para mantener la estabilidad de un gobierno democrático. Se habla de que la comunidad internacional deberá aportar 4.000 millones de dólares para mantener unas fuerzas afganas con más de 300.000 hombres, y aunque la Cumbre no es una conferencia de donantes, el compromiso financiero de la comunidad internacional parece claro.
Tras el éxito de la campaña de Libia, el calendario establecido para la salida de Afganistán y el ya, cada vez más lejano, conflicto de Irak, los Aliados pueden centrar sus esfuerzos en capitalizar las inversiones en seguridad. Con una Alianza fortalecida y mejor percibida por la comunidad internacional, el esfuerzo se centra en buscar la eficiencia en el desarrollo de las nuevas capacidades militares que le permitan prevalecer en un escenario geopolítico y geoeconómico donde abundan las incertidumbres.
Con toda las naciones Aliadas exigiendo importantes reducciones a sus presupuestos de defensa, solo cabe avanzar hacia una nueva Cultura de defensa que sepa aunar el pensamiento estratégico y las necesidades industriales, para un desarrollo cooperativo y compartido de las capacidades militares esenciales que aseguren un horizonte de estabilidad y progreso.
Pero en esta sociedad virtual, donde la información y capacidad de relacionarse son las piezas claves del éxito o el fracaso, y en la que las redes sociales juegan un papel estratégico sin precedentes, la palabra clave que utiliza la Alianza es Conectividad. Conectividad interna para consolidar la capacidad operativa de sus Fuerzas, y Conectividad externa, orientada a ampliar los vínculos y apoyos con países y organizaciones ajenas a la OTAN que estén dispuestas a contribuir a la seguridad cooperativa. Nuevos socios, como Mongolia, con los que aumentar la confianza mutua, el diálogo y la colaboración.
