Antonio Casado – La nacionalización.


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Lo había anunciado el ministro de Economía, Luis de Guindos, y se ha cumplido o se va a cumplir con total exactitud: «Bankia recibirá del Estado todo el capital que sea necesario para garantizar su futuro». ¿A quién puede extrañar que los ciudadanos se pongan en guardia frente a tan cruda apelación a la caja común como tabla de salvación de un banco?

Luego vinieron las explicaciones sobre el uso del dinero público en el salvamento del cuarto portaaviones financiero de España. Se nacionaliza para volver a privatizarlo mediante venta al mejor postor, salvo improbable decisión de conservarlo en el futuro como banco del Estado al servicio del interés general. Eso no está en el guión. La idea, decimos, es privatizarlo cuando al Estado le compense venderlo por los 23.500 millones de Euros o más que ahora está dispuesto a inyectar para evitar el hundimiento. Entonces a los contribuyentes no nos habría costado nada la operación.

Aún así, es muy difícil explicar a un español de a pie que si no paga al banco la hipoteca de su casa será desalojado de la misma para terminar viviendo debajo de un puente, pero si el que se arruina es el banco entonces todos los españoles acudiremos a echarle una mano. Se entiende su estupor por la facilidad con la que oye hablar de miles de millones para sanear bancos mientras se cierran hospitales en nombre de la austeridad. A ver quién convence a un desahuciado por impago de que, como dice Rubalcaba, líder socialista, «el Estado no puede desentenderse de la situación de un banco, entre otras cosas porque guarda los ahorros de muchísimos españoles».

No solamente se trata de preservar esos ahorros. De un banco grande cuelgan muchos créditos a empresas y familias, muchas participaciones industriales y muchos activos en torno a los cuales gira la vida y el trabajo. De modo que el hundimiento de un banco de estas dimensiones tendría enormes efectos multiplicadores en el sistema productivo de un país. Como ha resultado que el coloso tenía los pies de barro, de lo cual nos hemos enterado de la noche a la mañana, el Gobierno de la nación ha decidido apuntalarlo con dinero público por la vía de la nacionalización. Es decir, convertir al Estado en propietario de la entidad, sanearlo a fondo y volver a ponerlo en valor.

La coartada, pues, nos remite al carácter «sistémico» de Bankia. O sea, imbricado en todo el sistema productivo para lo bueno y lo malo. La indiferencia del Gobierno hubiera generado males mayores. Pero me temo que esta coartada técnica no sirve para rescatar a los ciudadanos del estupor. No dejarán éstos de relacionar el rescate de un banco con el no rescate de miles de familias y empresas arruinadas por falta de liquidez, esa liquidez que se ofrece a manos llenas -«lo que sea necesario», que diría De Guindos-, al averiadísimo sistema financiero español.

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