MADRID, 1 (OTR/PRESS)
Esta es, seguramente, la gran pregunta que todos nos hacemos. Y cuando digo todos, incluyo al presidente Rajoy y su Gobierno y al resto de primeros ministros de la UE, a los grandes expertos en economía, a los medios de comunicación y, sobre todo, a nosotros, los ciudadanos, tan acostumbrados a esperar del Estado una solución mágica o dolorosa de nuestros problemas, pero «la solución». Y ahora resulta que no la hay, que no la encuentran, que no la saben. En la calle tenemos la misma sensación que deben tener los gobiernos, y muy especialmente, el nuestro.
Cuando entonces -hablo de la segunda legislatura de ZP- la crisis no existía oficialmente pero todo se iba desbocando a una velocidad de vértigo. Y tenga uno la ideología que tenga, si el presidente de tu país al que acompañan decenas de asesores, recibe cientos de informes y está, se supone, en el secreto de las cosas te asegura que tenemos un sistema financiero que es la envidia del mundo y que los brotes verdes crecen como hongos y se empieza ya a ver la luz al final de túnel, pues más o menos te lo crees. Pero las colas del INEM aumentaban cada día y al final, con el agua un poco mas abajo del cuello, pero ya amenazante, inicia una fusión de cajas que fue sólo aparente, una reforma laboral que no reformó nada y unas medidas de contención que apenas contuvieron la sangría. La solución estaba en el ajuste duro que se nos pedían desde la UE, el ajuste que pregonaba desde la oposición Mariano Rajoy prometiendo, eso sí, no subir los impuestos. Y en vista de que las recetas de ZP no daban resultado, los votos subieron al altar de La Moncloa -y con mayoría absoluta- a quien estaba dispuesto a solucionar el problema y devolver la confianza de los mercados en un país que no era Gracia.
Y Rajoy cumplió con la parte mala de su proyecto y amparado en otra mentira del anterior Gobierno -un déficit dos puntos y medio superior al real- se sintió moral y económicamente autorizado para desdecirse y tocar los impuestos y recortar hasta límites muy considerables todo lo que se movía. Era la única y dolorosa solución; es verdad que iba a aumentar el paro a corto/medio plazo, pero también era la única receta posible para que el dinero volviera a un país cada vez mas necesitado. Rajoy cumplió sin discutir lo que Europa demandaba y arrancó a cambio una pequeña rebaja en los plazos. Cada viernes, tras el Consejo de Ministros, nacía un nuevo recorte y todos, yo creo que incluido el presidente, estaba convencido de haber hecho las tareas. Sólo se trataba de esperar un poco.
Pues no; ante la perplejidad del nuevo Gobierno, nada era suficiente: ni su llegada al poder, ni los recortes, ni las fusiones. La prima de riesgo se disparaba, el dinero seguía huyendo y de tanto repetir que no necesitamos que nos intervengan, al final hemos empezado a creer que va a ser que sí.
No tengo ni la menor idea de lo que puede pasar. Naturalmente esto no es nada grave porque no tengo por qué saber de crisis. Lo grave es que la sensación de que mi ignorancia es similar a la de los que sí tendrían que saber algo de esto, pero sus mensajes, dentro y fuera de España, son contradictorios y estoy seguro que en la intimidad se preguntan lo mismo que nosotros: ¿pero qué diablos está pasando?
a.aberasturi