Fernando Jáuregui – Fran Llorente y otras cosas de las teles.


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Hace algo más de ocho años, cuando Zapatero y el PSOE llegaban al poder, tuve la osadía de defender en un artículo al entonces director de informativos de TVE, Alfredo Urdaci, a quien ZP culpaba, en sus mítines, de todos los males de la patria. Cierto que discrepaba, y discrepo, de muchas cosas de aquella tele estatal en particular y de muchos modos y maneras de los informativos de la época en las televisiones públicas en general. Pero me parecía excesivo, y así lo dije en aquel artículo -que me costó caro-, que un simple profesional, lo hiciese bien o mal, fuese cargado con las culpas universales, como si no tuviese jefes y responsables políticos por encima de su cabeza.

El artículo en cuestión hizo que me sobrevinieran algunos males, como el fin de mis colaboraciones en la radio y la tele públicas. No me sorprendió demasiado: al fin y al cabo, en tiempos de Felipe González también fui expulsado, por gentes próximas a Alfonso Guerra, de cualquier ventana en el Ente. Y la llegada de Aznar al poder también me provocó algún sobresalto, claro está. No importa: pasa lo mismo en ciertas emisoras privadas, afortunadamente no en todas ni en la mayoría. En esa mayoría he podido y puedo expresarme con entera libertad, sin cortapisa alguna. Incluyendo, nuevamente, en RTVE.

Confío en que este escrito no vuelva a costarme algún disgusto, pero no puedo silenciar, en estos tiempos en los que la designación del nuevo presidente de RTVE está provocando tanta polémica, mi rechazo al caos administrativo que la falta de consenso ha impuesto sobre la televisión pública entre las públicas, ni tampoco quiero ni debo callar mi aplauso al rumbo, en general, de los informativos de aquella «casa» en esta última época. Escribo esto cuando el director de los informativos, Fran Llorente, acaba de recibir dos importantes premios, uno en Madrid, otro en Barcelona, por la calidad del trabajo de su equipo, que tantas presiones ha recibido y supongo que recibe de todos -digo todos y sé bien por qué lo digo_ los sectores políticos, de ciertas instituciones y de algunas empresas. Comparto la valoración de quienes otorgaron los premios, por más que comprendo que toda labor informativa es susceptible de crítica. A Llorente y a sus gentes, no obstante, algunas de esas críticas les vienen más bien por conveniencias partidarias que por sus fallos presuntos.

En principio, no hay por qué suponer que el nuevo presidente de la Corporación, con un perfil marcadamente técnico y gestor, llegue para coartar libertades de expresión o para poner la televisión pública al servicio del Gobierno. Sí pienso que la situación de falta de dirección en RTVE ha sido un error compartido por ambos partidos, que han llevado su equivocación al límite, cuando precisamente desde todos los ángulos y ámbitos llegan peticiones de acuerdos y pactos. Esta falta de consenso puede potenciar ideas en el sentido de que algún sector del partido gobernante trataría de apropiarse de los contenidos y opiniones de la televisión que debería ser, es, de todos. Sería una muestra más de que los viejos usos de una clase política, que no acaba de entender que hemos entrado en una nueva era, perviven y se resisten al cambio que reclama a gritos más democracia.

Pienso, en fin, que son muchas las cosas que hay que modificar. Comenzando por el propio comportamiento de los profesionales de la información, a los que el Príncipe, en una alocución que no ha tenido, inexplicablemente, demasiada repercusión, alentó implícitamente a no caer en catastrofismos que pudiesen empeorar la situación en la que vivimos. Son tiempos de revolución en la comunicación -hasta Facebook está a punto, dicen, de perder su cetro-, pero los viejos usos del periodismo han de ser los mismos, con o sin crisis, con o sin consensos: contar la realidad más y mejor que los demás y considerar que noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique. Confío en que la tele, las teles, pública/s siga/n esa estela.

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