Confieso que pertenezco a ese grupo de españoles que honestamente creían que con la llegada del Partido Popular a La Moncloa, teníamos mucho andado. Creí sinceramente que Rajoy era la “marca” que necesitábamos para tratar de tú a tú con Europa, lejos de las ocurrencias de Zapatero. Estábamos deseando que Moncloa se vistiese de azul para que esa palabra mágica, CONFIANZA, empezase a dar sus frutos y el caos zapateril se fuese organizando en un cosmos armónico dando lugar a un mundo nuevo, espejo del mito de la renovatio universal. Se nos vendió –y vendíamos—la experiencia del 96 y sus cuatro millones de puestos de trabajo. Pero si aquella España estaba endeudada, la del 2011, más que endeudada, se acerca a la bancarrota. Y como guinda, acabamos de enterarnos de que la fuga de capitales entre enero y marzo se acerca a los 100.000 millones de euros. Así que la confianza brilla por su ausencia.
Lo de Bankia –y los demás bankios tampoco se salvan—es una desvergüenza, algo impresentable, un atraco, un juego sucio de trileros, de ladrones, de truhanes, de mohatreros –palabra de origen árabe actualizada por Alfonso de la Vega—, que define a los que hacen negocios a sabiendas de que engañan. El tufo del pozo séptico llamado Bankia apesta en todos los rincones. No es de extrañar que Rajoy y Rubalcaba, que no han sido capaces de consensuar la renovación de los organismos institucionales, se unan ahora para no destapar la alcantarilla, por miedo a quedar fulminados por el ácido sulfhídrico. PP y PSOE hermanados por las vergüenzas. ¡Qué bajo hemos caído! De Comisión de Investigación en el Congreso, nada. No conviene. Mafo quiere hablar –a buenas horas—pero el Gobierno tampoco le deja. Bankia es top secret, el expediente “X” del Ejecutivo Rajoy. A lo mejor lo desclasifican algún día con el resto de los archivos secretos que Morenés tampoco quiere airear para no causar “ruido mediático”.
El tema de las preferentes es otra sinvergonzonería de cajas y bancos de las que hacen época, con la supuesta anuencia de la CNMV; para llorar de impotencia. Y encima, como premio por atracar a mano armada a desprevenidos ahorradores, a los exdirectivos se los indemniza y jubila con cantidades de escándalo. Con estos polvos, cómo va a llegar la CONFIANZA. Todo lo contrario. Cada vez desconfiamos más y la poca fe que teníamos se nos esfuma. Como que de repente nos hemos hecho adultos y nos hemos caído del guindo. No estoy para juegos de palabras; por tanto, queda así la cosa. La prima de riesgo, que es ya algo tan familiar como “el señor de marrón” de Gila, no para de subir, y aunque De Guindos diga que la causa es Grecia y que cuando se despeje la incertidumbre se relajará, ya nadie le cree. Lo cierto es que España está en el punto de mira; los mercados quieren más garantías y desde Bruselas exigen más recortes, a cambio, eso sí, de flexibilizar el plazo de déficit al 2014. Rajoy, Soraya, De Guindos y Montoro se reparten los viajes para dar explicaciones y buscar apoyos, y no dan abasto. Todo ello en medio de cruces de opiniones, contradicciones y desmentidos.
La sociedad empieza a estar cansada y no es para menos. Nadie contaba con esto. Algunos analistas columbran incluso que España podría apartarse del euro antes que Grecia. La presión ejercida en estos momentos sobre el Gobierno de España raya la tortura. Rajoy no aprueba el curso en Bruselas. No le aplauden ni la subida del IRPF, ni las reformas laboral y financiera. Tiene que subir el IVA, adelgazar la administración –pero en profundidad y no un simple maquillaje—y reestructurar el estado de las autonomías. Y esto sí es un problema porque se trata de los feudos de la casta política. Si hubieran empezado los recortes por ahí; si se hubiera visto una intención al menos, a estas horas quizá nos cantara otro gallo.
Los expertos en economía están más perdidos que nunca y nadie sabe qué va a ocurrir. Lo que sí vamos teniendo claro es que no es una crisis como las anteriores, y que lo peor está por llegar. La bomba del descontento acabará por explosionar. Hasta ahora, salvo las huelgas y manifestaciones legales o las acampadas del 15M, la ciudadanía ha mantenido la calma y ha aguantado con dignidad EREs y recortes. Pero cuando pasen los meses, se vaya incrementando el número de parados, muchos desempleados agoten su prestación, los jóvenes no encuentren su primer empleo, el número de familias en las que no entra un sueldo aumente, y, por otro lado, la gente vea las indemnizaciones de los gestores de cajas y bancos, y a los políticos en sus coches oficiales, con la lista de privilegios y prebendas, pidiendo que nos apretemos más el cinturón, ¿qué ocurrirá? No lo quiero ni pensar, porque algo sí tengo claro: pan y circo, aún pasa, pero circo sin pan, difícil.
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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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(31/5/2012)
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