MADRID, 8 (OTR/PRESS)
Usted, amable lector, al ver el título de este comentario habrá pensado, en parte acertadamente, que me refiero a inminentes encuentros deportivos. Sí, claro, quién no piensa en estas horas en ese España-Italia donde «la roja» se juega la honra y el avance hacia la eurocopa. Pero, al hilo de este encuentro (que estoy seguro de que ganará la selección española), he dado en pensar en las similitudes y diferencias entre dos países que tanto tienen en común, especialmente en estas horas de aprensiones económicas y desmoronamientos políticos, y sin embargo a veces tan distanciados parecen.
Aunque sin duda, digo yo, vayamos a batirles en el campo de fútbol, algunas otras cuestiones me hacen preguntarme qué tienen los italianos que no tengamos nosotros. Lo digo porque mira que su situación económica es, en algunos aspectos, peor que la nuestra, sus desequilibrios estructurales no inferiores a los nuestros y, sin embargo, el Wall Street Journal, el Financial, Le Monde y Olli Rehn -de Mario Draghi ya ni hablamos, claro- les dejan en paz. Mario Monti, como los de casa, ha dicho alguna demasía (aunque cierto es que habla poco) y nadie se le ha echado encima. Y los «cabezas de huevo» de Fitch respetan a nuestros colegas y, sin embargo, rivales mediterráneos mucho más que a nosotros.
Así que vuelvo a la pregunta: ¿por qué los italianos -y mira que Monti es antipático_ tienen un plus de «respetabilitá» y «temibilitá» internacional del que los españoles obviamente carecemos? Solo me cabe una respuesta: porque se lo montan mejor que nosotros, dicho sea así, coloquialmente. Porque su trato con los medios de comunicación propios y ajenos es otro, más fluido, más frecuente, más sabio. Los italianos, maestros en el arte de las relaciones públicas, envuelven los mismos productos en papeles y cajas más vistosos y coloridos; mejor diseño, en suma. Y me da la impresión de que están gastando un dinero considerable en eso que se llama lobby internacional: convencer a políticos, premios Nóbel de Economía, académicos, eurócratas y periodistas de las propias bondades y, si se tercia, de las debilidades del cuasi vecino español. Que no solamente hay que hacer reformas (solamente algunas, en el caso italiano), sino que parezca que se hacen en gran cantidad y con enorme profundidad.
Quizá porque saben que invertir tiempo y algunos euros en estos capítulos es importante obtienen unos réditos que el adusto ahorro gestual y la dispersión verbal de los gobernantes hispanos no consiguen. Pero, eso sí, la venganza será terrible: temblad, italianos, que el domingo morderéis el polvo polaco. Y quien no se consuela es porque no quiere.