Fernando Jáuregui – Siete días trepidantes – El ya inaplazable debate sobre el estado de la nación.


MADRID, 09 (OTR/PRESS)

No sé a qué están esperando el Gobierno (y la oposición) para anunciar un debate sobre el estado de la nación que ponga fin a especulaciones, bailes de cifras, reticencias y oscuridades. Cuando ya sabemos -por fin_ casi todo sobre rescates a nuestra Banca, cuando ya parece que los «cabezas de huevo» europeos se han puesto de acuerdo sobre qué hacer con esa desdichada España que protagoniza las portadas de los periódicos de todo el mundo, ha llegado la hora de la Política. Y esa Política, con mayúsculas, se hace en el Parlamento.

Ha acabado la era de las declaraciones confusas y tantas veces contradictorias – menuda semana de cifras divergentes; el FMI, al final, dio la razón a Botín, «el hombre de rojo»-. Se ha terminado la época del «y tú más», de las invocaciones a la difícil herencia recibida o ese «yo lo haría mejor si estuviese gobernando». La situación del país es grave, pero no estamos asomados al abismo* a menos que nuevos errores de quienes dicen representarnos, y fueron elegidos para ello, lo propicien.

Si ahora no hay materia para acelerar un debate sobre el estado de la nación consensuado, cada cual desde su ángulo y perspectivas, entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, con Duran i Lleida y Erkoreka, con Coalición Canaria y otras fuerzas «realistas» del Congreso de los Diputados apoyando la adopción de medidas concretas, ¿cuándo será? Si este no es el momento para explicar de manera convincente a un país francamente intranquilo, casi alarmado, dónde nos encontramos y hacia dónde vamos, y cuánto nos va a costar el trayecto, ¿cuándo lo será? Si no hay motivo para que los políticos, y no solamente los gestores del mundo financiero con Bankia a la cabeza, rindan cuentas a la ciudadanía ¿cuándo lo habrá?

Pienso que tanto Rajoy como Rubalcaba o los líderes parlamentarios citados, y también, por supuesto, Cayo Lara y Rosa Díez, son personas responsables, con sentido común y patriotas. Yo les achaco a todos ellos, sin embargo, el estar aferrados a las viejas fórmulas de ejercer gobierno y oposición, de primar los intereses particulares sobre el clamor ciudadano, las antiguas e insoportables manías de gobernar y actuar tal vez para el pueblo, pero desde luego sin contar con el pueblo. De ahí esos silencios, de ahí tanta reunión secreta, tantas declaraciones en el vacío, cuando no sobre la falsedad.

Ya no caben más dilaciones. Es preciso dar pasos valientes hacia el acuerdo político, autonómico, entre las fuerzas sociales. Algo importante debe pasar este mes de junio, este mismo mes de junio, en el que habrá que anunciar reformas de calado, actitudes consensuadas ante las exigencias de la UE, alianzas pactadas internamente frente a las agresiones exteriores -comenzando por las mediáticas-. Y esos anuncios deben salir, como resoluciones de obligado cumplimiento, del Parlamento, de ese debate sobre el estado de la nación que, para variar un poco, ha de ser clarificador, de colaboración y no de enfrentamiento, con resultados concretos y no limitado a un «bla bla, bla» en el que priman los oídos sordos y las lenguas engañosas.

¿Que algún político dirá, como me lo dijo un importante diputado hace poco en los pasillos del Congreso, que estas son utopías, un buenismo que trata de «acabar con el juego democrático entre Gobierno y oposición», que un acuerdo entre ambas partes es imposible y que basta ya de dar la murga con el acuerdo? Al parlamentario de tan clásicas ideas le respondí simplemente: «pregunta en la calle, y no en el bar de la Cámara Baja, lo que la gente exige». Se calló. Puede que esa misma tarde saliese, al fin, a conocer qué piensa esa calle que tantos de nuestros representantes no pisan jamás.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído