MADRID, 17 (OTR/PRESS)
Hay cosas que están cambiando en el mundo del terrorismo. También en el de sus víctimas. SEGI, la camada joven de ETA, su criadero de terroristas, ha anunciado el final de su actividad. Una buena noticia. Siguen aumentando los presos de ETA que buscan la reinserción desde el reconocimiento de sus crímenes. Pero los más duros, una minoría, han impuesto su negativa a la mayoría. Una pésima noticia para ellos. Impulsado por el Gobierno anterior y continuado por éste, algunos asesinos se están entrevistando con sus víctimas. Algunos han pedido perdón y otros no. Algunas víctimas valientes han salido reconfortadas tras enfrentarse cara a cara con el asesino de su marido, de su padre o de su hijo y otras han sentido aún más intenso el dolor que no les abandona.
La última víctima en enfrentarse a su verdugo, la primera con este Gobierno, ha sido Rafael Caride, uno de los que sufrieron el atentado de Hipercor. El verdugo ha mostrado su arrepentimiento y Caride se ha sentido tocado. Pero frente a la discreción de los anteriores encuentros aquí se ha montado un circo mediático. Estoy en absoluto desacuerdo con quienes piden la máxima discreción para estos encuentros, que sólo víctima y verdugo sepan lo que ha pasado. Las víctimas merecen que el perdón sea público y notorio. Quienes han escrito con sangre, deben arrepentirse con sinceridad y transparencia, en voz alta y ofrecer la reparación y satisfacción que merecen las víctimas, como decía el desaparecido Antonio Beristain.
La doctrina y la praxis jurídica penal deben ir más en la línea de exigir la reparación de los daños causados a las víctimas que en el aumento de la severidad de las penas. Pero el perdón y la reparación forman parte indivisible de la justicia. Consuelo Ordóñez ha pedido entrevistarse con el asesino de su hermano para desenmascarar la inutilidad de este plan de reinserción. También tiene derecho a hacerlo, aunque algunos la han acusado indignamente de «venganza». Las víctimas han dado durante décadas un ejemplo único frente a los asesinos: ninguna víctima ha pedido nunca ni ha actuado nunca con el objetivo de la venganza sino con el de la Justicia.
Se la merecen. In dubio, siempre por la víctima. Que no se olvide nunca a las víctimas de ETA, su martirio, su holocausto, su dignidad. Quienes han sido autores o cómplices necesarios de casi mil asesinatos no pueden pasar en poco tiempo de la cárcel y de la indignidad al poder sobre quienes fueron sus víctimas. Quienes son demócratas desde siempre deberían alcanzar el compromiso moral ante ellos mismos, ante las víctimas y ante la sociedad, de que no van a unirse a los asesinos y a sus cómplices para gobernar. Bienvenida la reinserción si es sincera. Adelante con un plan que divida a los que se arrepienten y piden perdón de los que volverían a matar mañana con la misma sangre fría. Pero con el máximo respeto a las víctimas.