Julia Navarro – Escaño Cero – Como un roble.


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Este jueves es el día «D», el día en que Carlos Dívar hará pública su renuncia al cargo de presidente del Consejo General del Poder Judicial. Es lo que está previsto en el guión y lo que, sin duda, es más conveniente para la institución y también para él. Mientras esto sucede, en los «pasillos» del Poder comienzan a hablar de «nombres», de posibles sustitutos. Y ojo, cuando hablo de los «pasillos del Poder» me refiero tanto al Gobierno como a la oposición.

Se sabe que el Gobierno está encantado con que a Dívar le pueda suceder Fernando de Rosa al que, además, le corresponde hacerlo porque es el actual vicepresidente del CGPJ, pero lo que ya no hace tanta gracia en el PP es que la Presidencia del Tribunal Supremo recaiga en Juan Antonio Xiol, al que también le correspondería el cargo habida cuenta de que es el presidente de Sala más veterano. Por su parte, los socialistas preferirían un nuevo «pacto» que diera lugar a un nuevo presidente del Consejo General del Poder Judicial que tuviera un perfil menos político que Fernando de Rosa. O sea, lo de siempre.

Por eso, llama la atención por lo valiente las declaraciones de Margarita Robles en los últimos días. Verán, a mí siempre me ha sorprendido la «independencia» de criterio de esta magistrada. Evidentemente, Margarita Robles es una persona progresista que pertenece a Jueces por la Democracia, pero si algo no es es una persona de «consignas». En su ya larga trayectoria pública Margarita Robles viene demostrando esa independencia a la hora de actuar y por supuesto de opinar por más que muchas veces eso haya puesto en aprietos a los que la han nombrado. Conociéndola, sé que es una persona recta que no dormiría tranquila si no dijera siempre lo que piensa, porque eso supondría traicionarse a sí misma.

En el caso Dívar, Margarita Robles ha actuado con contundencia solicitando al hasta hoy presidente del Consejo que presentara su dimisión, no porque hubiera cometido ningún delito, que eso ya lo ha descartado el Tribunal Supremo, sino porque quienes ostentan cargos públicos tienen que tener comportamientos irreprochables, fuera de toda duda, y, desde luego, no pueden manejar alegremente el dinero de los contribuyentes. Pero esa posición de firmeza la ha defendido sin caer nunca en la bajura de atacar la vida privada de Dívar, tal y como han hecho otros.

Robles también ha solicitado, junto a otros consejeros, comparecer en el Congreso para dejar claro que sus cuentas son transparentes. Pero lo más sobresaliente es que lleva unos días «avisando» a la clase política para que no caiga en la tentación de siempre: querer nombrar al nuevo presidente del CGPJ, que ella defiende, ateniéndose a la letra de la ley, que es competencia de los propios consejeros. Y al mismo tiempo da un paso al frente defendiendo que sea Fernando de Rosa, como vicepresidente, quien asuma la presidencia del CGPJ y Juan Antonio Xiol la del Tribunal Supremo.

Pueden imaginar que los «avisos» de Margarita Robles no han gustado ni poco ni mucho ni nada en las filas de los partidos, tampoco en el PSOE. Pero si por algo destaca Margarita Robles es por esa independencia de criterio que es un reflejo de la independencia de su conciencia y su concepción de que los cargos públicos elegidos por el Parlamento se deben a todos los ciudadanos y no a los intereses partidistas cortoplacistas.

Robles es un roble a la hora de mantener sus convicciones y resulta esperanzador saber que como ella hay otras personas en las instituciones que no son manejados por intereses partidistas. Eso no la hace ser muy popular entre los políticos, pero su actitud sí que es apreciada por los ciudadanos. Al fin y al cabo es a quien se debe.

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