MADRID, 20 (OTR/PRESS)
Mariano Rajoy volvió a representar el papel de machito al negar que los principales líderes europeos, además de Barak Obama, le hubieran exigido rapidez y claridad ante el necesario rescate de los bancos españoles. Se permitió desmentir a su aliada, pero cada vez menos amiga, Angela Merkel, y rechazó ninguna presión sobre su gobierno.
Es la segunda vez, en menos de una semana, que alardea de no admitir presiones. La primera fue en la insólita comparecencia en Moncloa, un día después de aceptar el rescate. Entonces dijo que era un préstamo ventajoso, como un regalo para España, que había conseguido él mismo y sus presiones ante la UE. El desmentido llegó en horas desde todas las cancillerías.
Europa y sus dirigentes políticos todavía no dan crédito a esta actitud prepotente del presidente español en el momento más grave para la economía nacional. Cuando, merced a los vaivenes, arrogancias y falta de claridad sobre el dinero que se precisa, en qué momento y de qué modo se va a pedir, las agencias de rating y los mercados sitúan a la deuda soberana del Reino de España rozando el bono basura.
En estas circunstancias, cuando Cristóbal Montoro reconoce en el Senado que la situación es crítica y vuelve a pedir auxilio a Europa, Mariano Rajoy decide sacar pecho. Como si se hubiera enterado en la misma cumbre del G-20 de las condiciones del «rescate que no es rescate», declara que el «préstamo que no es préstamo» es dañino para nuestro país. ¿Pero no habíamos quedado en que era excelente, en que iba a permitir que fluyera el crédito a particulares y empresas?
¿No se enteró de las condiciones que había negociado Guindos con los socios europeos, creyó que había conseguido que el rescate fuera directamente a los bancos sin cargar sobre la deuda del Estado, o sencillamente quiso vender una milonga que la tozuda realidad dejó en evidencia?
Lo peor de esta actitud no es el prestigio que Mariano Rajoy está dejándose a jirones ante los líderes internacionales. Lo peor, lo verdaderamente grave, es que está dejando la imagen y la credibilidad del país por los suelos y eso significa que el dinero que pedimos prestado al exterior nos cuesta cada día más caro, hasta que llegue el momento en que no se puedan afrontar los intereses de la deuda. Ese día llegará la intervención que muchos expertos dan por inevitable.
Menos mal que el Partido Popular tenía un plan para sacar a España de la crisis. Si no llega a ser por el plan, con los vaivenes, rectificaciones, desmentidos y falta de concreción en las medidas necesarias para salir del atolladero, ahora estaríamos a nivel de Uganda (citando a Rajoy).
Cada vez suenan más preclaras las palabras del Defensor del Pueblo andaluz, quien (dirigiéndose a su Parlamento, pero podría referirse a todos los demás) instó a la clase política a resolver los problemas «porque la gente está muy cabreada con ustedes, no sé si lo saben. La gente está hasta el gorro de todos ustedes». Pues eso.