MADRID, 22 (OTR/PRESS)
Se dice que «los mercados» no terminan de confiar en España, o, más exactamente, en el Estado español, pero es que no hace falta ser un mercado para no confiar en él. Es más; lo grave no es que no confíen «los mercados», que, en puridad, sólo confían en aquello susceptible de generarles mucho dinero, sino que no confíen los propios nacionales de ese Estado que les maltrata y les malrepresenta. El mundo, que tiene ojos y oídos, y hasta tacto y gusto en ocasiones, ve a la máxima magistratura de ese Estado pegando tiros en Africa a los elefantes mientras el país se va al carajo, y le entra de todo, menos confianza. Podía arreglarlo un poco el segundo de a bordo, el jefe del Gobierno, pero ¿qué es lo que le ve hacer y le oye decir el mundo? Nada y vaguedades y baladronadas respectivamente.
Cualquiera puede equivocarse y presentar a Rajoy o a cualquier otro mandatario como el primer ministro de las Islas Salomón, pero sólo se equivocaron con Rajoy. El que le dijo un día a un colega que cuando hay un problema, lo mejor es que a uno le pille por ahí, parece llevar semejante máxima inscrita en el propio semblante: parece, en efecto, que siempre anda por ahí, aunque lo cierto es que desde que anda por ahí realmente, dando tumbos erráticos de foro en foro y de reunión en reunión, la confianza que inspira nuestro país se resiente aún más si cabe. De momento ha conseguido que le confundan con un presidente insular y exótico, pero no que nadie confíe en nosotros lo suficiente para prestarnos, sin mayores garantías, el dineral que necesitan los bancos que el Estado controla para que no se terminen de hundir, arrastrándonos con ellos, en la miseria.
En un país cuyo presidente del Tribunal Supremo y del máximo órgano de gobierno de los jueces se funde el dinero de la gente en viajes de placer, y que al ser pillado se aferra a la poltrona hasta quedar exánime, es muy difícil que nadie pueda confiar, particularmente quienes se los pagaron, esto es, los españoles. Pero más doloroso que no confíen en nosotros es, sin duda, que tengan tantas razones para ello.