Fernando Jáuregui – Siete días trepidantes – Rajoy y los caballeros (y dama) de la tabla redonda.


MADRID, 23 (OTR/PRESS)

Debo decirlo: me gustó la imagen de la mesa redonda en la que Mariano Rajoy se mostraba en plano de igualdad con Hollande, Merkel y Mario Monti. Son los «cuatro grandes» del euro en una Europa excesivamente agrandada y demasiado heterogénea en magnitudes esenciales, como la fiscal, la bancaria, la política exterior… Me gustaron también, aunque con sordina, las conclusiones de esta «cumbre a cuatro»: salvar el euro al precio que fuere era el objetivo lógico, y lo que nadie entiende es por qué se ha esperado a estar al borde del abismo para que los tres caballeros (y, claro, la poderosa dama) se encontrasen y entendiesen tras una «cumbre» no excesivamente fructífera del G-20 y antes de un Consejo Europeo, la semana próxima, que todos creen que será decisivo, Alemania y los eurócratas «cabezas de huevo» mediante.

Digo que me gustaron las conclusiones aunque «con sordina» porque, como viene ocurriendo en todos los pasos adelante (¿o atrás?) europeos, y no digamos ya los españoles, nos faltan explicaciones sobre los detalles, y ya se sabe que el diablo escribe con letra pequeña. A estas alturas, temo que no sabemos ni cómo se van a financiar esos 130.000 millones para «calentar» -tras haberla congelado- la economía europea, de la misma manera que ignoramos cuánto rescate exactamente vamos a pedir a Europa para los bancos españoles, ni el mecanismo que regirá ese préstamo, ni… En fin, que da la impresión de que avanzamos a trancas y barrancas, con excesivas improvisaciones y demasiados silencios. Pero al menos avanzamos, parece, alejándonos del precipicio, aunque aún todo yerro es posible y, visto lo que estamos viendo, hasta probable.

El caso es que, como español y como europeo, siento cierta satisfacción sentimental, que no sé si demasiado racional, al ver a mi presidente de Gobierno codeándose con los tres «grandes», por muchas dificultades que estén atravesando las cifras macroeconómicas de España e Italia en comparación con las de Alemania y Francia. Me parece que Rajoy, que ha regresado a Madrid a tiempo para comprobar cómo descendía bastante la prima de riesgo y cómo subían algo los valores del Ibex, está viendo alejarse el fantasma que algunos agitaban ante él: que, a este paso, no terminaría la Legislatura, y que, si se daba una intervención de la UE al Estado español, debería convocar elecciones, mientras la curva de su popularidad y la del PP gobernante caían en picado.

Me resulta una auténtica pesadilla pensar en que, recién comenzada, la Legislatura pudiese concluir. En estos seis meses, a Rajoy y a su Gobierno se les pueden achacar muchas falsedades, retrocesos y avances sin ton ni son, ni planificación; hay cosas que no convencen, comenzando por la reforma laboral «sin acompañamientos» como la excesivamente demorada Ley de Emprendedores. La reforma financiera se ha hecho algo a trompicones, da la sensación de que no todos los departamentos económicos gubernamentales, comenzando por la Oficina de Planificación de La Moncloa, marchan al unísono…

Pero hay que reconocer que, en seis meses, Rajoy y sus gentes han dado la vuelta como un calcetín a muchas cosas insostenibles. Desde el poder judicial hasta los «puentes» festivos excesivamente largos. Pasando por la loca carrera del Estado autonómico o el número de nuestros funcionarios y políticos. Todo está ahora en tela de juicio, y probablemente mucho de todo ello merecía estarlo.

Pero, claro está, no es el momento de sacar pecho por el trabajo realizado… a medias. Hay que dar pasos de gigante, y esos pasos son de índole política. Es la hora de la Política, con mayúscula, y no merece ese calificativo, por ejemplo, el aplazamiento del debate sobre el estado de la nación, que debería haberse realizado este mismo mes de julio, con un acuerdo básico con la oposición en temas sustanciales. Creo poder decir que me consta que Pérez Rubalcaba, por muy desdibujado que esté su perfil ahora, estaría dispuesto a rubricar ese acuerdo, aunque ello disgustase al pienso que minoritario sector «chaconista» del PSOE. Y me parece que otras fuerzas parlamentarias, señaladamente los nacionalistas vascos y catalanes, serían también proclives al gran entendimiento.

Un gran entendimiento que sería la fórmula, por cierto, para que Mariano Rajoy se consolidase durante al menos los dos años que quedan -esperemos- hasta que se inicia le precampaña electoral y se desentierre el hacha de guerra cara a las elecciones de noviembre de 2015. Dos años de tregua vendrían muy bien, en mi humilde opinión, a la confianza interna y externa que los ciudadanos deberían depositar, y ahora no lo hacen, en el conjunto de nuestros gobernantes.

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