MADRID, 23 (OTR/PRESS)
Se ha esperado hasta el último momento, se ha negociado a cara de perro, se han buscado alianzas con otros miembros de la UE, pero no se ha conseguido lo fundamental: torcer la voluntad de la canciller Angela Merkel para que el dinero que va a llegar a las Cajas españolas no contabilizara como deuda pública.
Al final, el «préstamo» o como quiera llamarse, se pedirá este lunes y es difícil que se pueda saber la cantidad exacta dado que las auditorías, entidad por entidad, no están listas hasta septiembre. Una vez más el Gobierno, y en concreto el ministro Luis de Guindos, hace gala de su optimismo y rebate la cifra que han previsto las auditoras. Defiende el responsable de Economía que el setenta por ciento del sector financiero no tiene problemas y por tanto solo serán necesarios en torno a 25.000 millones.
Aún así, las condiciones en las que Europa hace ese «generoso» rescate a determinadas entidades financiera va a seguir siendo un misterio posiblemente hasta el nueve de julio, fecha prevista para la firma del memorándum a partir del cual comenzarán a llegar los fondos.
Se pide pues el rescate sin haber cerrado condiciones tan fundamentales como saber con cargo a que fono de la UE va a salir el dinero. El dato de si la ayuda vendrá del EFSF o del MEDE tiene para el futuro de nuestra deuda pública un interés que el barullo de siglas no puede ocultar. El MEDE es el último plan puesto en marcha en la eurozona, que entra en vigor en julio, y que tiene el enorme inconveniente de que su devolución es prioritaria. Es decir hay que pagar el rescate antes de devolver sus fondos a cualquier inversor que haya comprado deuda pública.
Para los mercados, que van a tener que seguir invirtiendo en deuda soberana española, esto significa un factor de riesgo añadido a la falta de solvencia que la crisis de las Cajas y su penosa resolución han trasmitido. No se fían de España. Pero, si además, van a la cola a la hora de recuperara su dinero, lógicamente exigen más intereses por su inversión. Esta espiral diabólica es una de las causas de que la prima de riesgo haya estado a punto de llevarnos a la intervención la semana pasada.
En cualquier caso el lunes habrá petición de rescate porque ni la Comisión, ni la Sra. Merkel aceptan más dilaciones. Los españoles se van a quedar sin saber si lo que pide su Gobierno es realmente un «regalo» de los socios europeos, como dijo Rajoy en La Moncloa, o un préstamo «dañino» como matizó días después en la cumbre del G-20.
La decisión más esperanzadora para la economía española salió, no obstante, de la reunión en Roma el viernes pasado de Monti, Merkel, Hollande y Rajoy. No se consiguieron los «Eurobonos» ni el Tesoro único, pero se va a poner en marcha una estrategia que pretende compaginar el cumplimiento estricto del pacto fiscal con estímulos al crecimiento.
Porque o España crece o no se podrá devolver el dinero prestado. Ni el prioritario ni el otro.