MADRID, 13 (OTR/PRESS)
Puede que no ahorre mucho, pero resulta ejemplarizante, que el presidente y los ex presidentes, los ministros, los altos cargos y los parlamentarios, se bajen el sueldo, aunque no sea mucho; tampoco es que los cargos públicos ganen mucho dinero en España, es la verdad. La decisión me parece un paso pequeño, pero necesario cuando todos los españoles, todos, nos empobrecimos algo cuando Rajoy anunció sus medidas de ajuste durísimo el pasado miércoles en el Parlamento y este empobrecimiento se confirmó tras el Consejo de Ministros de este viernes.
Sigo pensando que, en cualquier caso, resulta insuficiente. Lo que acaso fuese conveniente, a partir de ahora, sería no meter más la mano en el bolsillo del contribuyente, sino pensar seriamente en adelgazar el Estado: televisiones, edificios, diputaciones provinciales, gabinetes, asesores, empresas públicas, corporaciones municipales y clase política en general admiten recortes profundos que, para colmo, podrían mejorar el funcionamiento de la Administración y de las administraciones. Quiero con esto decir que la idea de una austeridad «a la sueca», pongamos por caso, sigue sin instalarse en las mentes de nuestros representantes, por mucho que haya que admitir los esfuerzos de Rajoy y sus adláteres -señaladamente Cristóbal Montoro, que tiene que lidiar con las autonomías- por conseguirlo.
El «sangre, sudor, lágrimas y esfuerzo» churchilliano es mucho más digerible para los ciudadanos cuando ven que los privilegios de sus representantes, lo que en Italia, a través de un libro célebre, se ha llamado «la casta», también se reducen. Así, sueldos millonarios, como el del presidente de la nacionalizada Bankia, por ejemplo, carecen ya de sentido, y el propio señor Goirigolzarri así debería entenderlo. El Rey pidió, presidiendo el Consejo de Ministros de este viernes, que «nadie quede excluido» cuando llegue la recuperación. Pero, por la misma regla de tres, hay que procurar que todos estén incluidos en los ajustes.
