Victoria Lafora – Una delegada alocada.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, fue increpada y vejada por los manifestantes que el viernes por la tarde protestaban por las calles de Madrid en contra de los recortes aprobados en el Consejo de Ministros.

Relatado el hecho así es claramente reprobable. Ningún cargo público se merece que se le acose y obligue a refugiarse en un restaurante. Ahora bien, precisamente en función de su cargo, la delegada del Gobierno era la persona mejor informada de donde y como se estaban produciendo las manifestaciones en la capital. En lugar de estar en su puesto de trabajo, dado que se estaban produciendo incidentes graves de orden público con detenidos, (entre ellos una mujer de edad avanzada que fue «reducida» por tres agentes y cuya foto apareció en todas las portadas de los periódicos) se fue de compras.

Acostumbrada a infiltrarse en las asambleas de movimientos como el 15M, actitud de la que alardeó en público para luego retractarse cuando desde el Gobierno se le recordó que no era propio de su cargo, los manifestantes pensaron que pretendía «colarse» entre los que protestaban.

Cuando desde un cargo de la administración se hacen repetidas afirmaciones de: «Esto yo no lo voy a tolerar», «Conmigo esto no va a suceder» y además se demuestra que, efectivamente, desde su llegada al cargo las fuerzas de seguridad del Estado reprimen con inusual dureza cualquier concentración en Madrid, es de presumir que no se goce de especial simpatía ciudadana.

Desde el desalojo de la Puerta del Sol en las jornadas posteriores al 15M de este año, cuando se celebraba el aniversario de un movimiento que ha difundido su semilla por medio mundo, a las más recientes estampas de chicas jóvenes con sangre en la cara producto de una carga policial en la concentración de los mineros en la Castellana, queda evidente que la orden dictada por Cristina Cifuentes a la policía es: contundencia y mano dura.

Sabiendo, como necesariamente tenía que saber por los policías a su cargo, que los manifestantes se concentraban en esa calle ¿era realmente tan perentorio salir a hacer compras? ¿O es que efectivamente le ha tomado gusto a vivir los acontecimientos en vivo y en directo y mezclándose con el gentío?

En ninguno de los dos supuestos estaba cumpliendo la función para la que le pagan los madrileños con sus cotizaciones a Hacienda y si estaba corriendo un riesgo innecesario de ser insultada, como ocurrió.

Seguramente Cristina Cifuentes cree que, cuando la gente se echa a la calle para protestar por el recorte de sus derechos y del estado del bienestar del que disfrutaban hasta ahora, lo hacen porque se aburren, son perro flautas, o quieren molestar y desprestigiar la imagen de su partido, el PP. A su edad debería saber ya lo que es una manifestación.

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