Antonio Casado – Dar la cara.


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

Mediante la aplicación de una sencilla técnica policial los coches oficiales quedaron a salvo de los manifestantes al terminar el pleno del Congreso en el que Rajoy anunció su cuarta oleada de recortes. Fue el pasado miércoles, 11 de julio. Se trataba de evitar que el presidente y sus ministros pasaran el trago de ver y oír a quienes vociferaban frente al Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Funcionarios en su mayoría, al parecer, citados por multidifusión de mensajes en Internet.

En la memoria tenemos también la espantada de Rajoy en el Senado. Salió por otra puerta para huir de los periodistas que, curiosos ellos, tenían el intolerable propósito de hacerle alguna pregunta después de un pleno en la Cámara Alta. Muchos analistas convirtieron la anécdota en categoría y se explayaron sobre la presunta resistencia del presidente del Gobierno a dar la cara cuando vienen mal dadas.

La tercera en la frente. Me refiero al adelantamiento del discurso que el presidente del Gobierno y del PP debía haber pronunciado en Granada como cierre del congreso regional de su partido en Andalucía a las 11.00 horas del domingo. Se adelantó a la noche del sábado para evitar a los funcionarios convocados por sus representantes sindicales para manifestarse ante el presidente que acababa de decretar un recorte salarial.

Aún así, no fue lo peor la mencionada maniobra, destinada a eludir la protesta. Fue peor que en el discurso mismo de Rajoy se hicieron apelaciones a los militantes del PP para salir a la calle «con la cabeza muy alta» a dar la cara y decir en voz alta que no tienen nada de qué avergonzarse. Sinceramente no me parece que, después de hacer todo lo contrario, fuera ese el mejor momento de pedir a su gente lo que Rajoy les pidió desde la tribuna.

Sin embargo, se entiende el llamamiento. Crece el clamor de la calle contra los sacrificios desigualmente repartidos que Rajoy anunció el 11 de julio en el Parlamento. Es más fácil quitar una paga extra a los funcionarios que poner a la venta la sociedad pública que gestiona el aeropuerto sin aviones de Castellón. Entre otras cosas porque habría que vencer la resistencia de Carlos Fabra, presidente de dicha sociedad y procesado por tráfico de influencias, cohecho y fraude fiscal.

Es más fácil subir el IVA de los productos culturales que cobrarle a los clubs de fútbol la deuda que mantienen por su cara bonita con la Hacienda Pública y con la Seguridad Social. Siempre será más fácil desahuciar a una viuda por impago de hipoteca que meter en la cárcel a Urdangarín, pongamos por caso. Siempre será más fácil subir el IVA general de un paquete de tabaco que poner un IVA especial, más gravoso que el general, por supuesto, a los atraques de yates en un puerto deportivo. Y así sucesivamente.

Es lógico que los ciudadanos quieran saber por qué es tan fácil amargarle la vida a tantos y tan difícil exigir la solidaridad de unos pocos. Parece que este Gobierno no está por la labor de dar la cara para explicarlo.

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