Antonio Casado – El Muro.


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

Después de poner en marcha un durísimo plan de estabilización para los dos años y medio próximos, equivalente a un ajuste de 65.000 millones de euros en el balance fiscal, resulta que el plan no le gusta a nadie. Ni dentro ni fuera de España. Así que el Gobierno Rajoy se encuentra ante un muro que no sabe como salvar y todos tratamos de encontrar la tecla que de una vez por todas despeje el horizonte de nubarrones.

Haberlos, haylos. A saber. Los ciudadanos se echan a la calle en contra de los recortes. Los representantes de la soberanía nacional, excepción hecha de los del PP, anuncian que este jueves votarán en contra de las medidas del Gobierno cuando el decreto vaya a ser convalidado. Los jerarcas de Bruselas arrastran los pies si se trata de aplicar los compromisos contraidos con España en la última cumbre (rescate bancario y estabilidad financiera). Y a los mercados (inversores, acreedores, especuladores…) no les acaba de dar el peso esta cuarta oleada de recortes decidida por el Gobierno español.

Se entiende la ira de los colectivos afectados por la tijera. Sobre todo los que se agrupan en el ancho capítulo del funcionariado nacional, autonómico y local. Y se entiende perfectamente la contrariedad de los ciudadanos que sellaron en las urnas un pacto político y social con los ganadores de las elecciones generales, en base a un programa, unos compromisos y una mayoritaria esperanza compartida de que el triunfo del PP cambiaría el rumbo de las cosas y empezaríamos a salir del agujero. Lo que no se entiende en absoluto es la mirada distraída de las autoridades de la Unión Europea, su falta de implicación, respecto al comportamiento de los mercados después de que el Gobierno de España haya sido un alumno aplicado al poner en práctica las recomendaciones de Bruselas y del FMI (Fondo Monetario Internacional). Hacemos lo que nos piden, Rajoy reconoce que lo hace por exigencia exterior, no porque él esté encantado con esas decisiones («No podemos elegir», ha declarado). A pesar de todo, la prima de riesgo revela que la desconfianza en la economía española sigue estando en los mismos niveles.

La pregunta es inevitable: ¿No será que tanto los mercados como los propios jerarcas de la UE están dando hilo a la cometa a fin de que finalmente se acaben creando las condiciones que hagan inevitable la intervención del Reino de España? No es verosímil, no sería razonable esa intervención en el cuadro de una economía globalizada y tan interconectada como la española. Todos saldrían perdiendo. Pero la evolución de los acontecimientos nos impiden descartar esa hipótesis. Mal momento para que se endurezca la oposición del PSOE al Gobierno Rajoy y vuelva a crisparse el debate de cercanías, con protestas en la calle y el amago de fractura en una sociedad a la que se le acaba de administrar una sobredosis de sangre sudor y lágrimas.

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