Andrés Aberasturi – Del café para tres a las exquesiteces para todos


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Nos debería alegrar a todos que la reunión entre los presidentes Rajoy y el andaluz Griñán se haya desarrollado, al parecer, en un ambiente cordial llegándose incluso al compromiso de celebrar próximamente una gran conferencia de presidentes autonómicos que podría tener lugar en Septiembre. La idea no es sólo buena sino necesaria porque las cosas no están claras. Por una parte los presidentes de las autonomías -incluidos algunas del PP- y la oposición ponen cara de perro a los continuos sacrificios que les exige el Gobierno Central para recortar el gasto y cumplir con el déficit previsto, pero, por otra, esto ocurre porque son las autonomías las que se encargan de una enorme cantidad de asuntos gracias a las competencias cedidas. El problema no es que se les pidan ajustes a quien no puede sino a quien maneja el dinero, en este caso, los gobierno autónomos. Y ese sigue siendo el talón de Aquiles de nuestro sistema y no es que lo diga yo, es que ya lo ha dicho hasta el propio FMI. El famoso título octavo del Constitución no sólo no se cerró bien sino que dejó abierta una puerta enorme, complicada y que antes o después iba a provocar una riada de derechos, agravios comparativos, envidias y, lo peor de todo, una España absolutamente invertebrada, un estado sin cohesión, jurídicamente inseguro y económicamente ruinoso que se fue ahondando no por el bien de todos sino a bese de impresentables apoyos nacionalistas a los gobierno centrales en un mercadeo que visto desde fuera, resulta claramente inmoral. Y me refiero a todos los gobiernos centrales, tanto del PSOE como del PP y hasta la primera UCD.

El estado autonómico fue fruto más del miedo a los nacionalismos históricos que de la convicción, pero una vez abierta la espita de la cesión de derechos, todos se apuntaron al carro -como es lógico- y así pasamos del café para tres al café para todos; pero es que no nos quedamos en el café: luego llegaron los churros, los bollos y hasta algunas exquisiteces imposibles de pagar cuando empezaron a llegar la facturas.

Los que venimos pidiendo desde hace mucho tiempo la revisión y puesta al día de nuestro modelo, no somos en absoluto centralistas -pluralizar siempre es malo, así que hablo por mí- y no pretendo que la vida del país pase necesariamente por Madrid, aunque a los franceses no les va mal del todo y París sigue siendo París. No; se trata de hacer coherente lo que claramente se ha ido de las manos, lo que legislatura tras legislatura ha ido inflándose hasta llegar a situaciones tan kafkianas como que un habitante de Guadalajara tenga que irse a Albacete para determinas cuestiones dentales y esto no es más que un ejemplo. Con el estado autonómico se han hecho muchas cosas buenas y muchas cosas malas. De lo que se trata ahora es de afianzar las buenas y suprimir las malas aunque de esa forma las autonomías manejen menos dinero o, precisamente, para que las autonomías manejen menos dinero y ese dinero sirva para más cosas, sea mas productivo.

Y no es por poner una guinda amarga a esta columna llena de buena voluntad y buen deseo, pero leer que Griñán ha apostado tras su encuentro con Rajoy por consensuar las acciones de las distintas comunidades autónomas para «combatir el fraude fiscal, social y laboral. Un gran acuerdo para luchar contra todo tipo de fraude» teniendo los Eres como los tiene, al menos hace sonreír.

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