No es país para viejos. De la ficción de Joel Coen a la realidad de Cataluña.


La Generalitat de Cataluña no pagará a los geriátricos los conciertos de julio. Esto pone en peligro la viabilidad de varias residencias de ancianos, que tendrán que hacer milagros para afrontar los gastos de alimentación, limpieza, mantenimiento y personal. Ya han pedido a sus familias que se los lleven hasta que el problema se solvente, pero nadie quiere viejos en casa, máxime en verano. Por estas fechas, la costumbre es aparcar a los abuelos en centros especializados, mientras la familia se toma la paella en el chiringuito de la playa. Las imágenes que ilustraban la noticia mostraban a personas mayores –algunas imposibilitadas—, sentadas, haciendo ejercicios con pelotas y otros juguetes, una suerte de taller para ralentizar la carrera del Alzheimer o mejorar la movilidad de las extremidades superiores. La visión de los viejos, confinados en estos “morideros”, ahora sin financiación, me pareció un fotograma de película en blanco y negro de otro lugar y de otro tiempo. Pero no, era España, el país de Europa que tiene más kilómetros de AVE, más parlamentos, más políticos, más organismos públicos, más cargos de libre designación, más trabajadores de la función pública, más asesores, más universidades por provincia, más embajadas y más nuevos ricos camino de ser nuevos pobres. Pero para los viejos no hay. La locución y el paneo de los viejos me estremeció y me trasladó a Alemania, no a la de ahora, de Angela Merkel, la gran emperatriz del euro, sino a la Alemania nacionalsocialista de Adolf Hitler. No era país para viejos aquel, menos aún que el que nos pinta el autor Cormac McCarthy, que daría lugar a la oscarizada película de Joel Coen. ¿Qué hubiera pasado por la mente del doctor Pfannmüller de haber visto a estos viejecitos haciendo rehabilitación con las pelotas? Seguro que cortaba por lo sano y los hacía morir de inanición, a la manera de aquellos sórdidos centros del Tercer Reich, entre otros, el Hospital Psiquiatrico de Eichberg, dirigido por el doctor Friedrich Mennecke. Este ángel de la muerte prohibía alimentar a los enfermos por sonda. “Quien no puede alimentarse solo, tampoco necesita vivir”, era su justificación. En los años cuarenta la eugenesia y la eutanasia en Alemania eran prácticas rutinarias, que tenían como origen la pérdida de valores en medio de una gran crisis económica, y como fin, la consecución de una raza pura, sin lugar para viejos e imperfectos. En ese tiempo, se publicaban fotografías de minusválidos con mensajes como: “¿Merece la pena gastar 40.000 marcos para cuidar esta vida sin valor?” Esto, aunque no tan a las claras, puede volver a ocurrir.
El ser humano es muy permeable a la manipulación, y las técnicas empleadas son muy sofisticadas. Lo estamos viendo estos días en las críticas al ministro Gallardón por querer proteger al nasciturus. Vivimos en una sociedad utilitarista que ya practica el nazismo, aunque disfrazado con eufemismos, amparada por leyes que han transformado los delitos en derechos. Díganme si no qué es el cribado prenatal, que permite eliminar a los malformados, y díganme también para qué son las inyecciones de cloruro de potasio. Para la gripe, no. En estos tiempos se ha bajado considerablemente el listón de matar. Ya advertía de esto hace dos décadas el doctor Leo Alexander, especialista en Psiquiatría del Ministerio de la Guerra en los procesos de Nuremberg. Sin embargo, está penalizado llamarle nazi a alguien que practica lo que los nazis practicaron con la ley en la mano. Que se lo pregunten si no a Miguel Ángel Rodríguez, que fue condenado por aplicarle al doctor Montes el calificativo de nazi, mientras el aludido doctorcito del Severo Ochoa de Leganés se iba de rositas. ¡Incluso hubo que retirarle en el auto la alusión a posible mala praxis! ¡Paradojas y cosas de la justicia¡ Pero volviendo a Cataluña, por favor, señores políticos, ¡un poco de humanidad, de sentido común, de decencia y de vergüenza!

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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(02/08/2012)
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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