Fernando Jáuregui. No te va a gustar – Las lecturas veraniegas de Mariano Rajoy.


MADRID, 06 (OTR/PRESS)

Ignoro, dicho sea como advertencia previa, qué lecturas se ha llevado Mariano Rajoy a su breve descanso pontevedrés. Temo que habrá mucha literatura económica, bastante informe y algún método (ya avanzado) para aprender idiomas. No me parece el presidente, hombre serio y con alma de opositor -que es una forma de entender la vida, tan coherente como cualquier otra, o más-, persona dada a la novelística, y menos aún al cuento. Ni al ensayo fácil, de esos de autoayuda, tan en boga. No sé si el señor presidente me admitiría, dado el menosprecio intelectual que parece que siente hacia la clase periodística en general, algún consejo en punto a libros. De cualquier forma, y aun sabiendo que ni se deben dar -ni casi nunca aceptar- consejos, me arriesgaré: yo creo que Rajoy debería leer, o releer, en su caso…

Motivos académicos y el espléndido regalo de las obras completas de Ortega y Gasset, realizado por un muy cultivado amigo, me han hecho volver a los artículos que el filósofo fue publicando durante algunos años -de 1917 a 1920_en «El Sol». Con un estremecimiento, he constatado qué poco ha avanzado este país, sí, invertebrado, y con las masas comenzando a pensar si no en rebelarse sí en salir del letargo, durante casi dos siglos, y que los problemas que detectaba la incipiente y nunca del todo desarrollada sociedad civil de entonces eran más o menos los mismos de ahora, con sus peculiaridades en cada caso, naturalmente. De manera especial, recomendaría al presidente que, en sus sin duda importantes meditaciones estivales, incluya la digestión de un breve artículo de Ortega, titulado «Buena ocasión de dar un paso franco hacia otra España», aparecido sin firma en «El Sol» el 23 de enero de 1919.

«Horas de grave responsabilidad son estas para los gobernantes», nos dice Ortega, como si estuviese escribiendo hoy. «Pero no andan más libres de la sanción pública los catalanes, de quienes en gran parte depende la solución armónica de las aspiraciones que Cataluña ha recogido en el Estatuto de la Mancomunidad» (por cierto, a Artur Mas y compañeros tampoco les vendría mal darse una vuelta por los prados orteguianos). Al margen de la posición de la Cataluña de Cambó, que poco agrada a Ortega, el escritor, en otros artículos, no deja de fustigar la «postura perfectamente anacrónica» de Maura, «cosa que viene ocurriendo siempre que la política española, raída de puro vieja, se sitúa ante problemas nuevos».

Creerá el lector, y seguramente tendrá razón, que hoy estoy trabajando poco, limitándome a transcribir a quien sin duda tiene infinitamente más interés que yo. Sea indulgente el lector conmigo, que, al fin, no paso de estar recomendando, creo que para bien, algunas lecturas a quien tanto poder -dado por las urnas, ya lo sé- tiene en España. Por eso, sigo copiando: «jamás se ha producido un tan absoluto alejamiento entre las realidades españolas y los organismos gobernantes. Nunca han sido tan deliberadamente desconocidas como ahora en las esferas oficiales las justas consideraciones que se deben a España. Parece que los hombres públicos gobiernan para otro planeta o, todo lo más, para un país que nada tuviera que ver con el nuestro». Y eso que Ortega estaba lejos de adivinar que vuelven los intentos de llegar a una vida civilizada -o no…- en Marte.

Y concluyo: «La crisis más profunda, la que alcanza a la totalidad de la vida española… esa sigue en pie y no asoma siquiera el intento de resolverla». Lo escribía Ortega el 25 de febrero de 1919. ¿De veras ha pasado tanto tiempo? Quién lo diría.

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