De veraneo – Mario Conde aterriza en Galicia con su masonería.


Aprovechando el desencanto de propios y extraños con el Gobierno del PP, Mario Conde forma la infantería y prepara el aterrizaje en el toral de los partidos políticos. Hasta ahora fue de manera silenciosa, a lo Caballo de Troya. A lo sucusumucu se ha ido reuniendo aquí y allá con lo que –al menos en apariencia— podríamos definir como lo más granado de las sociedades provincianas de España, la crème de la crème. Hablo, en concreto, de Galicia y de Madrid. Tengo el disgusto de conocer a algunos de sus fieles adoradores y frecuentadores de sus reuniones “discretas”— por aplicar el léxico propio—, y también el gusto de conocer a los íntegros que se han negado a asistir a las pseudotenidas, en las que se conspira para destruir lo que hay aunque luego haya que comerse las ruinas.

Mario Conde es un tipo cautivador; de eso no hay duda. A ello hay que añadir una gran ambición, y esta copa es imposible llenarla al margen de la política. Y a él le gusta, como demuestran sus dos intentos fallidos. Por otro lado, y esto juega a su favor, la decadencia de las instituciones es un hecho. Basta una simple ojeada a los parlamentos para constatar la mediocridad de nuestra clase gobernante, o analizar determinadas actuaciones de los órganos judiciales para sentir vergüenza de un colectivo que debería ser el emblema de la rectitud. Algunos jueces se han puesto al servicio de la mentira política y los mediocres toman el poder por asalto mediático y se parapetan en un sistema pútrido que no da más de sí. Y éste es el leitmotiv del señor de Banesto. Sus libros El Sistema y Días de gloria son de lectura recomendada. No por las múltiples razones que esgrime en pro de su inocencia, sino porque nos descorre el velo del poder económico dejando a la luz un escaparate de miseria humana, en forma de transacciones, fusiones y demás operaciones económicas, todo ello bien aderezado con traiciones, calumnias, vendettas, faldas, cuernos y otros pecados capitales. Está bien conocer las cloacas del poder, aunque sea por la pluma de Conde. Pero de esto a presentarse como el salvador de España, hay un trecho difícil de salvar.

Su partido, con el germen en “Fundación Civil”, un foro en defensa de la libertad, que en principio –según dice, aunque nadie lo cree—no tenía la pretensión de partido político, defiende entre otras cosas el humanismo cristiano. Esto es muy oportuno porque los católicos con derecho a voto pueden proporcionar algunos escaños. Sin embargo, los términos “humanismo cristiano” y “catolicismo” no significan lo mismo. El PP también defiende el humanismo cristiano –al menos así consta en sus estatutos—, y sin embargo, no apuesta por la antropología cristiana, ni defiende las virtudes del cristianismo, aunque sí abogue por determinados valores, defendidos incluso por los laicistas. En la práctica, en estos momentos –aparte de la cuestión económica— el Gobierno de Rajoy, Soraya y Cospedal está más preocupado por contentar a los del orgullo gay que a los defensores del matrimonio entre hombre y mujer.

MARIO CONDE Y LA MASONERÍA.
No entraríamos en las creencias del señor Conde, si no fuera por su nueva irrupción en la política, con pretensiones de llegar a la cúspide de la pirámide. No sabemos si ahora es masón, o no. Nunca le hemos visto fotografiado con el mandil, pero todo indica que su relación con la masonería va más allá de la leyenda. En internet cualquiera puede ver esta información: “… fue iniciado en la Gran Logia de España el 15 de noviembre de 1980. Su mentor fue un financiero italiano llamado Rafael Canetti. A partir de ahí, la ascensión de Conde por la masonería fue a buen ritmo: el 20 de marzo de 1981 alcanzó el grado de Compañero y el 17 de julio de 1981 el de Maestro Masón. Algo más de un año después, el 6 de noviembre de 1982 constituyó la Logia Concordia 4”. Sean ciertos o no estos datos, lo cierto es que el exbanquero no pierde oportunidad de echarle un cable a esta secta perniciosa para la humanidad a lo largo de la historia, dándole un rango de normalidad que dista mucho de tener. Establece además una diferencia de principios y fines entre la filantropía de la Logia de Londres y el Gran Oriente o masonería latina. Esto es pura falacia que abordaremos en un próximo artículo. También deja caer que en España existe una leyenda negra tejida durante el franquismo. Más que leyenda negra era conocimiento de la realidad de la secta peligrosa. Pero además, Mario Conde se permite hacer exégesis sobre la postura de la Iglesia al respecto. Entre otras perlas, difunde en sus intervenciones que los dos últimos papas han aceptado la masonería. Y eso no es cierto, como muy bien le responde el sacerdote de la diócesis de Jaén, don Tomás de la Torre Lendínez en su blog El Olivo: “… no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa comunión”. (Ver documento del Vaticano del 26-11-1983, firmado por el cardenal Ratzinger.)

Queda claro que masonería y catolicismo son idearios antagónicos. Los cristianos siguen a Cristo; el icono de los masones es el Baphomet. La masonería funciona infectando el tejido social, de manera silente, como la serpiente maléfica a la que representa, en etapas tranquilas y de aparente bonanza. En tiempo de desolación y crisis, atraídos por el olor de la carroña, es cuando hacen acto de presencia presentándose como salvapatrias y enderezadores de sistemas obsoletos. En el próximo artículo intentaremos esclarecer algunos puntos sobre este grupo de poder.

MARIO CONDE NO ES EL CONDE DE MONTECRISTO.
El señor de Banesto no tiene nada que ver con el Conde de Montecristo, ese arquetipo clásico de la superación personal desde las profundidades de la miseria por una traición inmisericorde. A muchos nos ha dejado boquiabiertos el artículo de Alfonso de la Vega y su desafortunada comparación. Solo se puede entender desde una postura de “hermanos” de secta. Sabemos que ahí nos dan diez mil vueltas a los cristianos. Las palabras de De la Vega disipan muchas dudas sobre la militancia de Conde: “… había sido recibido casi como un Jefe de Estado por el Papa que le dedicó una hora de audiencia privada, honor del que solo recuerdo el precedente de otro ilustre masón español, don Emilio Castelar, ex presidente entonces de la Primera República. Y también, en importante viaje a Israel por la flor y nata de las finanzas internacionales y la masonería anglosajona”. Queda claro. Si el otro es Castelar, el uno… verde y con asas… En todo caso, le va más el título de barón de Chaguazoso, lugar de las Frieiras ourensanas, a donde llegó hace unos años, para quedarse y a por todas. Le tentaba ser candidato a la alcaldía de Ourense, poca cosa según algunos, pero en la parrilla de salida para la Xunta, y luego quién sabe. No es poco gobernar la nación de Breogán. Pero parece que Rajoy no estaba por la labor de tener en sus filas lo que Aznar había apartado en su día, muy injustamente, todo hay que decirlo.

El congreso de su partido es a primeros de octubre; de estreno, “noviño do trinque” para las autonómicas gallegas. Los encantados bajo su hechizo corean que es lo menos malo. Propone apartar a la casta política enrocada en manos de dos partidos que se alternan el “disfrute” del poder. En cuanto a Europa, es partidario de un órdago sin anestesia: “600.000 millones para arreglar el país, a un interés razonable o estudiaremos la salida del euro”. Dice lo que el ciudadano desencantado quiere oír, y además, lo dice bien. Se habla incluso de algunos colectivos que ya le habrían prometido el voto e incluso podría haber alguna escisión pepera para completar las filas. Y eso en Galicia es peligroso en estos momentos porque las elecciones tocan a vísperas y el PP no anda sobrado de votos. Algunos sondeos le dan 37 escaños y otros 36. Y es que la reforma laboral y los recortes del Ejecutivo de Rajoy, sobre todo en educación, sanidad y servicios sociales –ley de dependencia— son impopulares, máxime en una comunidad autónoma con la población más envejecida de España. Ni siquiera quedan conejos que sacar de la chistera, y la gente está harta de tanto espectáculo y ha dejado de creer en los políticos. Un tramo de AVE licitado o una obra inaugurada, que antaño reavivaban el espíritu durmiente, ahora suman poco. La gente quiere trabajo y eso no hay manera de inaugurarlo. A mayores, Galicia tiene siempre el problema de los incendios forestales. Menos mal que la gran Salamandra dirige su norte a otros lares –aún queda mucho verano—y al menos no estamos rodeados de llamas y ceniza como otras temporadas. Bastaría un golpe de mala suerte para que la minimizada oposición reeditase un Nunca Maís de todo a cien, porque no hay para más, y además los gallegos no están mucho para caralladas.

Otra cosa es UPyD que planea metabolizar el descontento de los dos grandes partidos, con los votos además de “Galicia bilingüe” –esta vez sí— prestados al PP en 2009 para llegar a la Xunta, y luego, si te he visto, no me acuerdo. Despegue también de IU, que extiende los brazos a lo más radical de un PSdeG, también con primarias próximas y un José Blanco amenazando volver a la querencia, a pesar de las causas pendientes y el lío este nuevo de Interligare.

No cabe duda que las medidas, reformas y recortes impuestos por Bruselas están teniendo repercusión en una ciudadanía descontenta, en estos momentos más proclive a la abstención que a seguir alquilando su voto a políticos cada vez más apegados a sus poltronas de oro.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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(09/08/2012)
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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