Julia Navarro – Escaño Cero – Tenemos un problema.


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Intentar minimizar la manifestación de la Diada es sencillamente una estupidez. Un millón y medio de personas tomaron las calles de Barcelona y eso no se puede despachar diciendo, como ha dejado dicho el presidente Rajoy, que no es momento de líos y algarabías.

La realidad es que en los últimos años ha ido creciendo el sentimiento independentista en Cataluña y las razones son muchas. Sin duda, CiU tiene mucho que ver por su política de palo y zanahoria respecto al resto de España. Zanahoria porque siempre se han apuntado los primeros para ayudar a lo que se viene llamando «la gobernabilidad del Estado», palo porque al mismo tiempo la base de su política no ha sido otra que la de echar la culpa al Estado de sus problemas, muchos de ellos debidos a la mala, pésima, gestión de ellos mismos.

Los socialistas también tienen su cuota de responsabilidad. Desde que el PSOE se fundiera con el PSC ha imperado el alma nacionalista en vez del alma socialista. En realidad, los socialistas catalanes, unos por convicción nacionalista y otros por el complejo de no serlo, han servido en primer lugar a esos intereses nacionalistas antes de que a los intereses de los trabajadores y de los ciudadanos. A eso hay que unir la enorme frivolidad y falta de responsabilidad del expresidente Zapatero asegurando que aceptaría cualquier reforma de Estatuto que llegara de Cataluña, amen de sus negociaciones y promesas incumplidas con Artur Mas, y sus coqueteos con Esquerra Republicana, partido al que el presidente contribuyó a engordar.

El problema es que en estos momentos hay cientos de miles de ciudadanos catalanes que se han creído el mantra de que desde Madrid(como expresión de todo lo que no es Cataluña) se dedican a expoliarles y a ningunearles, y que si fueran independientes no tendrían problemas de ningún tipo y vivirían como Alicia en el País de las Maravillas. Este pensamiento simple ha calado en muchos ciudadanos, sobre todo en los jóvenes desesperados por la falta de perspectivas para el futuro. Ahora que la política carece de épica resulta un buen banderín de enganche para los más jóvenes apuntarse a la idea de construir un nuevo Estado que será una especie de Camelot.

En cualquier caso es necesario que tanto el Gobierno como el principal partido de la oposición aborden con rigor el problema que un millón y medio de catalanes ha introducido en la agenda política con la ayuda de CiU.

El Gobierno cometerá un error si intenta minimizar esa marea humana que se manifestó en la Diada. Y los dirigentes del PSOE tienen, de una vez por todas, que sentarse con sus compañeros del PSC y tomar una decisión firme sobre el papel que van a jugar en el presente y en el futuro de Cataluña. Lo que es inadmisible es que los socialistas catalanes se muevan con una ambigüedad que solo lleva a la confusión y sobre todo a despojarles de cualquier identidad política.

Los socialistas catalanes tienen la obligación de explicarles a sus conciudadanos de que el camino a la independencia y la independencia misma tendrá unos costes importantes y posiblemente un empobrecimiento.

A los hombres de CiU también habría que pedirles que sean responsables de una vez por todas y sobre todo que cejen ya de esgrimir el chantaje de la independencia cada vez que quieren algo, como ahora el pacto fiscal.

Por lo pronto, todos tenemos un problema encima de la mesa al que los responsables políticos deben de dar una respuesta. Lo que está claro es que nuestro Estado autonómico no da más de sí.

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