Victoria Lafora – Artur Mas no quiere dramatismos.


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Así lo dijo en una comparecencia, horas después de la masiva manifestación de la Diada, que se convirtió en un clamor independentista. Dramatismo no, claro que no, pero el president de la Generalitat no puede obviar que, él en primera persona, tiene un problemón entre las manos. El Estado español también y el Gobierno del Partido Popular también, porque todos tienen su parte alícuota de responsabilidad en el profundo malestar que expresó en la calle la sociedad catalana.

Para Mas la movilización ciudadana fue una muestra de la reclamación de un Estado por parte de una Nación que lleva, a su juicio, entregando lo mejor de sí misma al resto de España y no ha visto compensada su generosidad. Ni una palabra de esos otros manifestantes, que no se pueden cuantificar, pero que salieron también a la calle a protestar contra los recortes y la miseria que el ajuste del déficit está provocando. Si los catalanes, como dice su president, tienen tan claro que lo que quieren es la independencia, para nada va a servir que Artur Mas venga a Madrid y exija a Rajoy el pacto fiscal bajo la amenaza de una convocatoria anticipada de elecciones.

No hay que tener miedo a las urnas. Lo que sí convendría saber, sobre todo a sus votantes entre los que está la alta burguesía y toda la clase empresarial, es si se va a apuntar al independentismo en su programa electoral -como quiere, por cierto, un sector cada vez más amplio de los dirigentes de su partido- o va a seguir, como el mismo reconoció, empujando a la gente a salir a la calle para quedarse él en casa.

Es esa política de amagar y no dar, que practica también el PNV, ambos nacionalismos se pueden ver desbordados por su izquierda (tanto Bildu como ERC) por la nueva generación que ya no admite medias tintas. En el caso de ERC su nefasta gestión en el tripartito le resta posibilidades, pero la crisis y el paro cambian muchas visiones.

El origen de la marcha de la Diada está en aquella manifestación, masiva también, contra los recortes del Estatuto a manos del Constitucional, instado por el recurso planteado por el PP. El desánimo ante el paso atrás, sumado a los durísimos recortes del último año, que Convergencia ha vendido como el coste de pertenecer a España, ha llevado a los ciudadanos a decir basta ya.

El desafío, el más importante que tiene planteado la clase política en general, se produce, además, en un momento en el que ni en Cataluña ni en el resto del Estado hay una oposición que pueda poner orden en este choque de trenes entre dos nacionalismos, el catalán y el español.

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