Francisco Muro de Iscar – De fiar.


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Adrian Scout, subdirector del holandés Instituto Clingendael de Relaciones Internacionales, decía en las páginas de internacional de «La Vanguardia», al día siguiente de la Díada, y el mismo día en que se celebraban elecciones en Holanda, que «hay Estados que no son de fiar». Venía a cuento de las reticencias holandesas a los Estados europeos del sur atrapados «por la crisis, la deuda, la indisciplina y la irresponsabilidad». Scout añadía que «no estamos ante un problema de déficit democrático en Bruselas, de falta de transparencia o de legitimidad de las instituciones comunitarias. El gran problema de la UE es que tienen Estados que no funcionan y que no son de fiar. Veo en España y en otros países cómo el control democrático y la confianza de los ciudadanos en sus políticos van de mal en peor. Todos los Estados han de tener instituciones capaces de funcionar, de ser solventes y tener credibilidad en una economía globalizada y de mercado». Remataba diciendo que faltan «instituciones capaces de alertar sobre fallos en los modelos, sea el de pensiones o el de financiación de los partidos políticos».

Pongan otro nombre al autor de esas declaraciones y llévenselas a otras páginas de cualquier periódico español y tal vez entendamos lo que pasa. En Holanda, los ciudadanos no apostaron por un giro antieuropeo, como muchos se temían, sino que votaron al centro que defiende la integración. Los ciudadanos parecen saber de quién se fían y de quién no. En España, por el contrario, aunque la legitimidad es incuestionable, las instituciones funcionan y la Constitución nos ha asegurado el mayor periodo democrático de la historia, sí hay un cierto déficit de calidad de la democracia, que es lo que ha generado la desconfianza de los ciudadanos hacia sus políticos.

Algunos de éstos, en lugar de reconocer sus errores -muchos- de asumir sus responsabilidades, de fortalecer las instituciones y de ofrecer confianza a los inversores y a los ciudadanos, han optado por ponerse al frente de la manifestación en una huida hacia delante que nos puede llevar a todos a una situación desastrosa. La indisciplina, la irresponsabilidad y la ocultación de la verdad han creado esa sensación de insolvencia y de falta de credibilidad en las instituciones y en quienes las dirigen.

Dicen que todos los países han sobrevivido a sus peores políticos y a todas las crisis. Ojalá. Quien incendia el bosque no parece que pueda quejarse de la tierra quemada ni que sea la persona más preparada para apagarlo. Pero sí lo será de las consecuencias que, en una economía globalizada y de mercado, van a tener esos desafíos. Además de rescatar a Europa «de su intenso proceso de decadencia que llegará a ser irreversible», como escribía recientemente Antonio Garrigues Walker, vamos a tener que rescatar lo que quede de España de sus cenizas. En tiempos de miserias, lo que se necesita son personas, instituciones, Estados «de quien nos podamos fiar». Grandeza de miras. Todo antes que pasar de la crisis a la locura.

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