Rafael Torres – Al margen – Catalunya, la venda y la pedrada.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Paradójicamente, son los más enconados contrarios a la secesión de Cataluña los más convencidos de que su independencia es un hecho inminente. Debería ser al revés, que fueran los nacionalistas catalanes los más penetrados de esa idea, pero no: en el Madrid aguirresco, tertuliano y gubernamental (que no en el Madrid real, donde la gente está indignada con otras cosas y se apresta al 15-S) andan, como si dijéramos, en pleno trámite de divorcio, con sus reproches, amenazas y acusaciones correspondientes: «¿Dónde van a ir los catalanes sin nosotros, si no tienen dónde caerse muertos? ¿A quién les van a vender el cava? ¿En qué Liga de fútbol va a jugar el Barcelona? Pues nada, nada, que se vayan con viento fresco», se oye decir en la Corte.

Los nacionalistas catalanes están hoy, más o menos, en el mismo punto que hace una semana, un mes, un año o un decenio, pues la emoción de la Diada, de sentirse tantos y tan fuertes, dura lo que duran las emociones. Entre ellos, los hay de derechas, como los de CiU, de centro, como los de Ciutadans y los del PSC, y de izquierdas, como los de Iniciativa o ERC, y, como ocurre en todas partes, el nacionalismo de cada uno de ellos, que es lo único en lo que en teoría convergen, es tan disímil del de los otros, que casi constituye su máxima divergencia. Eso, como es natural, ralentiza y estorba su «hoja de ruta» hacia la independencia, en tanto que en el lado contrario, es curioso, se da como cosa hecha. Claro que en el lado contrario, sobre todo al fondo a la derecha, el discurso y el propósito son más simples. El primero: el de la criminalización pura y dura del nacionalismo catalán, sin mayores dibujos dialécticos; el segundo: aguarles la fiesta en lo posible, y, si se tercia, en lo imposible.

Artur Mas no es, desde luego, un tipo serio, y mucho menos un político amable ni benéfico. Se da un aire a Laporta, el anterior presidente del Barça, pero aquél era, en su folclorismo, más auténtico. En tanto sea ese señor, Mas, el que se empeñe en liderar la independencia, ésta seguirá vislumbrándose solo en lontananza, pero cuidado con el PP, especialista en alimentar y radicalizar los nacionalismos y las ganas de independencia.

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