Francisco Muro de Iscar – Los enemigos de la reforma educativa


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

¿Por qué tiene tantos enemigos aparentes la reforma educativa del Gobierno cuando los datos demuestran de forma incontestable que el fracaso educativo, fruto de las reformas de los Gobiernos del PSOE, es, el peor lastre para el desarrollo de España?

No es sólo que el desempleo juvenil (menores de 24 años) llegue ¡al 53 por ciento! o que el 60 por ciento de los desempleados carezca de toda titulación académica. O que el índice de abandono escolar esté en el 30 por ciento, el doble de la media europea. O que haya más de dos millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan ni tienen perspectivas de hacer una cosa o la otra. O que, por no seguir hasta el infinito, España sea el primer país de la Unión Europea en cuanto a desigualdades educativas entre comunidades autónomas.

Los que nacen en el País Vasco o Madrid tienen más posibilidades de recibir una educación de calidad que los que nacen en Extremadura o Castilla-La Mancha. Mientras las dos primeras autonomías están entre las diez primeras de Europa con mayor porcentaje de población con niveles educativos superiores, sólo el 16 por ciento de la población extremeña o el 17 por ciento de la castellano-manchega han ido a la Universidad. El País Vasco y Navarra tienen, además, la mejor Formación Profesional que se imparte en España frente al deterioro permanente de este nivel educativo, fundamental para el desarrollo, en el resto de España, no sólo ahora sino en los últimos cuarenta o cincuenta años.

Si somos desiguales en la educación que recibimos, si el fracaso escolar es descomunal, si no hay recetas contra el abandono escolar, si las reformas educativas han sido un lastre y no un impulso, ¿por qué la resistencia?

Estas son algunas razones: la educación es un arma ideológica para gobernar y ningún partido quiere un pacto escolar que busque el acuerdo; nunca se ha contado de verdad con la comunidad escolar, que es quien tiene que aplicarla, ni con las familias, que son los titulares del derecho a la educación de sus hijos; el abandono de políticas educativas donde primen el esfuerzo, el conocimiento y el mérito; la demagogia de pretender que todos los estudiantes lleguen a la Universidad, como si ese fuera el objetivo único, desatendiendo otros niveles imprescindibles para el desarrollo, como la Formación Profesional; un sistema educativo que desincentiva a los que trabajan y trata a todos por igual, que frena la búsqueda de la excelencia y prima la nivelación por abajo; haber demolido la autoridad del profesorado; la renuncia del Estado a controlar la calidad, exigir el cumplimiento de las leyes y buscar unos mínimos de igualdad entre todos los españoles.

Podríamos seguir hasta el infinito, pero sobre todas ellas, sin duda está la ausencia de un debate abierto, serio, responsable sobre el futuro de la educación y de la investigación, sustituido por una imposición tras otra, sin voluntad alguna de acuerdo, del partido que ha tenido el Gobierno.

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