Atraco a las tres

​Yo, que tanto despotriqué contra la Alianza de Civilizaciones, empiezo a sopesar la conveniencia de revitalizar la marchita ocurrencia de Zapatero. No para impulsar la entrada de Turquía en la Unión Europea, que bastantes problemas tiene ya con sus finanzas, como para ponerse ahora a integrar a 80 millones de musulmanes.

Tampoco para dar aire a la mal llamada ‘primavera árabe’, que se ha agostado sola entre fanáticos, algaradas y represión sin que los libertarios del Twitter hayan hecho acto de presencia.

Lo que haría para mi digerible el invento zapateril sería la posibilidad de que, fieles al multiculturalismo transversal de sus creadores, incorporáramos a nuestro ordenamiento jurídico alguna lindeza del sistema penal islámico. Olvídense de la lapidación de las adúlteras, el ahorcamiento de los homosexuales o la mutilación de los ladrones.

Nada de brutalidades. Todo lo más y con muchos remilgos, los azotes, reservándolos para los casos de recalcitrante reincidencia en el delito.

A la hora en que esté usted leyendo esta columna, se me habrá pasado el cabreo y estaré arrepentido de haber escrito la anterior, pero déjeme explicarle.

Soy el paradigma del español que quiere Rajoy. Sin pasión, objetivamente. Cuando cobre la sustanciosa liquidación que me pagó mi anterior períodico tras tres decadas de reporterismo de guerra, no metí la pasta en un fondo como han hecho con sus ahorros nuestros líderes sindicales.

La destiné a montar Periodistadigital.com, convencido de que el periodismo online era el futuro, y a trancas y barrancas, agobiados por IRPF, IVA, IBI y sursum corda, levantamos una empresa donde laboran con contrato y cobran sueldo una veintena de periodistas. Ahora lo estamos pasando fatal y no por la crisis, sino por los cacos.

El lunes de madrugada, reventaron la cristalera blindada y en un pis pas, mientras ululaba la alarma, se llevaron una decena de ordenadores Mac.

Repusimos existencias, reparamos desperfectos y seguimos trabajando. Y el martes, también de madrugada, con el mismo modus operandi y sin que hubieran trasncurrido 24 horas, volvieron los facinerosos, perforaron el cristal y arramblaron con cinco Mac.

No tengo reproche alguno a la policía, porque acudió a toda prisa y es evidente que no puede vigilar todos los sitios, pero me quema la sangre la certeza de si pillan a los rateros, estos ni pisarán la cárcel. Hemos comprada nuevos equipos, pero y me debato en un dilema: ¿Cierro y trato de sobrevivir trabajando por cuenta ajena? o ¿Despido un par de redactores y contrato un securata?

Se agradecerá cualquier buen consejo.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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