Cherchez la femme

Cada gran escenario periodístico va aparejado a un hotel mítico. Cuando la ‘tribu’ periodística desentierra el hacha de guerra y acude en tropel al olor de la pólvora, suele concentrarse en el mismo hospedaje.

En El Salvador de la guerrilla era el Camino Real, en el Belfast del IRA fue el Europa, en el Beirut de la milicias destacó el Commodore, en el Irak de Sadam le tocó al Rachid, en el Sarajevo asediado era el Holiday Inn y en Kabul, el agujereado Intercontinental.

Y en esos sitios, identificar a primera vista el origen de los huéspedes, resultaba relativamente sencillo. Los alemanes eran quienes lucían el traje de baño más pequeño y más gritaban en la piscina, los italianos los que iban juntos a todos lados, los españoles los que con mayor ardor asaltaban el buffet del desayuno y así una nacionalidad tras otra.

Con los políticos, vamos camino de algo parecido: a los franceses se les localiza por la inusitada ferocidad con que persiguen judicialmente al antecesor en el cargo.

Díganme sino como es posible que ni siquiera transcurridos dos meses desde que perdió las elecciones y cuando los sillones del palacio del Elíseo todavía huelen a él, ya le han caído encima a Sarkozy el juez y los inspectores de la brigada financiera.
Y todo, por 150.00 euros de nada. Como aquí.

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