Carlos Carnicero – La Europa del sur.


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

La Europa del norte cada vez nos quiere menos. La labor del nacionalismo alemán está haciendo efecto. Ellos, los arios, vuelven a mirarse en el espejo con complacencia. No recuerdan la destrucción de Europa que protagonizaron sus padres. Ni la ayuda que recibieron. Ni el borrón y cuenta nueva que significó para ellos la Unión Europea. El único complejo que les queda se materializa en una dependencia patológica con la política de Israel.

Vuelven a ser una raza superior frente a los vagos del sur. Lo han dicho tanto, que se lo han creído. No nos quieren, no nos soportan ni están dispuestos a ejercer la imprescindible solidaridad que exigía el proyecto de la Unión Europea.

Pero el sur está desunido por una insolidaridad contagiosa. Y también por complejos de superioridad. Los italianos no quieren parecer españoles y nosotros repudiamos que nos confundan con griegos y con portugueses. Creemos que no hay botes salvavidas para todos, y nos creemos de primera clase frente a nuestros vecinos de Portugal y Grecia.

¿Por qué empeñarse en pertenecer a un club que no quiere nada con nosotros?

La reacción inteligente sería un pacto del sur para defenderse de las agresiones del norte. Por qué seguir comprando productos alemanes que se financia sin interés mientras nosotros sufrimos créditos de usura en una moneda que ya no es común.

Se ha establecido que fuera del Euro no hay salvación y el Euro nos está matando. Nos condenan a jugar descalzados en un campo embarrado y nuestros vecinos del norte juegan con tacos de acero. ¿Se puede ganar o empatar este partido?

España está sumida en una formidable cobardía intelectual. Nadie quiere decir lo que se considera que está prohibido por el pensamiento dominante.

Si vamos a ser pobres, ¿por qué no gobernar nuestra pobreza? Si Europa es un club elitista donde no somos recibidos, ¿por qué seguir soportando esta humillación? La dignidad no encuentra asientos contables que la cobijen. Pero la paciencia de un pueblo tiene su límite en la degradación de sus hijos.

Neptuno es un bastión de resistencia que no puede convertirse en la expresión de una cobardía colectiva con la excusa de que ya están allí los que tienen el coraje de manifestarse.

Los partidos son zombis en una marea de catástrofe. Europa del sur existe y nosotros no queremos mirar a nuestros vecinos. Estamos sinceramente locos.

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