MADRID, 1 (OTR/PRESS)
La ofensiva separatista declarada desde Cataluña y la que con otros ritmos se formulará desde el País Vasco tras las elecciones autonómicas en esa comunidad del próximo día 21, han cogido a España en un momento de máxima debilidad. Una debilidad que no sólo tiene su causa en la gravísima crisis económica que padecemos, sino también en una crisis de valores, en una crisis institucional que ha devaluado hasta extremos ínfimos el proyecto y la idea de España como Nación. El punto de inflexión, para mal, en toda esta historia se produjo cuando el anterior presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, dijo aquello de que el concepto de Nación, refiriéndose a España, era un concepto «discutido y discutible».
El síntoma más claro y preocupante de esa debilidad es la incapacidad que tienen los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, en ponerse de acuerdo para hacer frente juntos al reto soberanista de Cataluña y del País Vasco. Ya no es que entre Rajoy y Rubalcaba exista muy poca «química» personal, sino que lo que no existe, en ambos partidos, es el mínimo sentido de Estado para ser conscientes que el peligro de ruptura de España está ahí y que estamos viviendo, sin ningún genero de duda, el momento mas delicado desde la transición democrática. Los nacionalistas, que son unos especialistas para detectar la debilidad del contrario, se han lanzado en tromba para aprovechar esta situación.
El Gobierno de Rajoy y el PP como partido que sustenta al Ejecutivo, han dado una respuesta claramente insuficiente al reto planteado de forma abierta y contundente por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, en las últimas semanas. Rajoy solo vive para la crisis económica. Y eso estaría muy bien y sería muy comprensible si no se hubiera planteado otra crisis que afecta directamente a la unidad de España y a la que el presidente del Gobierno tiene la obligación constitucional de dar respuesta.
Por su parte, el principal partido de la oposición, el PSOE, está hecho, si se me permite la expresión coloquial, «unos zorros», con un problema de liderazgo y de proyecto ideológico no resuelto en el Congreso de Sevilla tras obtener el peor resultado electoral de su historia en las elecciones generales del pasado mes de noviembre. Pero además, en estas semanas los socialistas han puesto en evidencia el giri-gay interno que tienen: unos apuestan por una España federal; otros son partidarios de un referéndum legal en Cataluña sobre la independencia; los de más allá, que son los menos, abogan por defender el actual modelo constitucional. En definitiva, que el imposible entendimiento entre el PP y el PSOE para hacer frente juntos a la actual crisis institucional sólo favorece a los que quieren dejar de pertenecer a ese proyecto común con muchos siglos de historia que se llama España. Así de triste pero también así de cierto.