MADRID, 1 (OTR/PRESS)
Y a los españoles, ¿quién les rescata? ¿Quién les rescata, sobre todo, de la política de este Gobierno que no parece saber discernir, por ejemplo, la diferencia entre ganar una guerra y ganar unas elecciones? Cuando se gana una guerra, y a poco despiadado, mezquino e inclemente que se sea, se hace lo que se quiere, se impone lo que se quiere, se incauta uno de lo que quiere, se subvierte el orden social preexistente a fondo, y se utilizan las instituciones del Estado, desnaturalizándolas, para ahormar la nación a los intereses de los vencedores, pero cuando se ganan unas elecciones democráticas, y por muy holgado o contundente que haya sido el triunfo electoral, deben respetarse escrupulosamente los derechos y los intereses de las personas, de todas las personas, pues el mandato para gobernar se recibe solo para mejorar su bienestar, ampliar el radio de sus derechos y satisfacer, en lo humanamente posible, esos intereses.
¿Quién le ha dicho a Rajoy y a sus ministros que su victoria electoral le faculta para destruir no ya en Estado del Bienestar, sino incluso sus propios fundamentos políticos? El Estado del Bienestar puede y hasta debe, si vienen mal dadas, redimensionar sus horizontes, apostar por la austeridad, el sacrificio y el ahorro, e incluso aplazar las conquistas menos relevantes y las que se habían cifrado en el inmediato porvenir, pero lo que no se puede es destruirlo, es decir, dictar leyes y decretos que dinamitan sus pilares. Del mismo modo que cuando un precio sube, ya no baja en la vida, o que cuando un pelo se cae, no rebrota ni a tiros, así cuanto lamina la política de Rajoy, y que tiene su expresión más cruda en los Presupuestos para el 2013, no podrá recuperarse, particularmente lo relativo a la igualdad, a la seguridad jurídica y a la redistribución medianamente equilibrada y digna de la riqueza. ¿Quién le ha dicho a Rajoy que puede sacrificar a sus conciudadanos, su alimentación, su vestido, su educación, su cultura, sus derechos civiles, sus patrimonios, su prosperidad, su trabajo, su jubilación, sus ahorros, su lugar en el mundo, a los intereses de los prestamistas internacionales ávidos de recuperar lo que sus verdaderos deudores, los ricos, los bancos, se fundieron o se apalancaron?
No es España la que necesita un rescate, uno de esos rescates que equivalen a más ruina y más miseria como vemos en Grecia y en Portugal, sino los españoles uno de otra clase que les amortigüe los desastrosos efectos de una dirección que desgobierna el país con mayoría, y equivocación, absolutas.