Charo Zarzalejos – Votos y vísceras.


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

A las doce de la noche de ayer arrancaron oficialmente las campañas electorales de Galicia y País Vasco. Son dos realidades distintas pero con un nexo de interés común: la suerte del socialismo. En Galicia Núñez Feijóo se la juega. Todo apunta a que obtendrá la mayoría absoluta que le va a permitir seguir gobernando. El desastre de oposición con la que tiene que competir le pone las cosas fáciles. Un nacionalismo dividido y para muchos de infausto recuerdo tras el bipartito con el PSG y un socialismo que concurre a las urnas con un candidato que lo es por puro accidente, no parecen, ni juntos ni por separado, una alternativa capaz de generar confianza y, ni mucho menos, entusiasmo. Un triunfo de Feijóo sería un respiro para el presidente Rajoy y a sensu contrario, si el PP no vuelve a ocupar la Xunta, la interpretación unánime es que en Galicia comienza el declive de los «populares» ya muy cuestionados por la política económica del Gobierno. En este caso, el respiro sería para el PSOE necesitado como el comer de buenas noticias.

En el País Vasco, quien se la juega es Iñigo Urkullu. Todas las encuestas le dan como triunfador y los suyos le dan ya como lehendakari seguro. Aquí también los socialistas se la juegan. Saben que no van a ser la primera fuerza y ahora _eso están lanzando_ aspiran a ser la segunda fuerza, cosa que nadie se cree porque la pujanza de Bildu asegura a la izquierda abertzale un brillante segundo puesto con enorme capacidad de influencia. El PP, probablemente, se va a quedar como estaba y todo apunta a que serán los socialistas quienes sufran una mayor pérdida de posiciones. Así las cosas y si los pronósticos se cumplen los dos Patxis -Vázquez y López- no podrán lanzar un discurso de triunfo que es lo que necesita Alfredo Pérez Rubalcaba precisamente cuando desde Cataluña solo le llegan dolores de cabeza.

Y es que si en Galicia y País Vasco han arrancado las campañas, en Cataluña ya están en ella aireando las vísceras de un patriotismo catalán para que se hable de una independencia que nunca va a llegar y no de los miles de catalanes, que al igual que muchos miles de españoles, hacen cola en los comedores de Cáritas. La irresponsable huida hacia adelante de Artur Mas subiéndose al caballo de la independencia para comenzar a bajarse al día siguiente, ha obligado a los demás a tomar posiciones. El PP, al igual que ocurre en el País vasco, se presenta como garante de la no independencia y los socialistas, ¡ay los socialistas!, inmersos en su eterno debate sobre qué quieren ser de mayores. Para salir al paso y solo para eso, hablan, unos de federalismo y otros se inclinan por el referéndum al estilo Mas.

Forma parte de la historia reciente del socialismo español una especie de obnubilación por el nacionalismo y entre ellos anida el pánico escénico a no coincidir con el PP en algo tan obvio -y tan socialista- como es la defensa de la unidad de España, como si esta unidad fuera algo retrogrado o vergonzante. Puestos a jugar a ser nacionalistas, siempre es mejor el original que la fotocopia pero esta lección parece difícil de aprender.

En España tenemos muchos problemas. Muchos muy reales y otros sobrevenidos como es el súbito independentismo de CiU –¿llevará en su programa electoral esta propuesta?- pero hay uno especialmente relevante y es que a día de hoy el PSOE no logra aparecer ante la opinión pública como una alternativa real y deseada por los españoles.

El Gobierno de Rajoy es un Gobierno «bonzo». Va a acabar achicharrado y solo le puede redimir la creación real de empleo pero mientras eso llega es obvio que se esta quemando. Todas las encuestas conocidas hasta el momento confirman el desgaste del Ejecutivo y del PP y lo que produce vértigo es comprobar como los socialistas no se benefician de ese desgaste. Mantengo y defiendo la tesis de que las democracias más asentadas se basan en el bipartidismo por eso y más allá de los resultados de Galicia y País Vasco necesitamos que el Gobierno de Rajoy acierte para salir de este terrible laberinto que es la crisis y que el PSOE salga de esta senda de debilidad. Lo que nos puede acercar a Grecia no son las manifestaciones ni las huelgas sino la ausencia de una alternativa con capacidad de cohesionar al país. Lo que nos debilita no son tanto los nacionalismos como la ausencia de un gran acuerdo en esta materia entre los dos grandes partidos. Acuerdo tan urgente y necesario como el crecimiento económico.

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