Carlos Carnicero – España 2013: el Apocalipsis.


MADRID, 06 (OTR/PRESS)

Las cifras del calendario son solo convenciones para tabular el tiempo y poderlo manejar. 2012 siempre se recordará como el año en que se dinamitó un modelo de vida. Muchas cosas han cambiado para demasiada gente. Un ciclo de una nueva mala salud en la que muchos niños no pueden ir al dentista y los ilegales no tendrán acceso a una sanidad que se les ha vuelto imposible. En donde los hogares se agrupan los abuelos con los nietos. Pequeños negocios cerrados con la desesperación de sus propietarios. Cientos de miles de trabajadores a los que se les agotó el subsidio de desempleo. Miles de pequeñas empresas sin crédito. Rescate para los bancos, pero no para los ciudadanos.

No hay un horizonte definido y las certezas se han evaporado en la sociedad de la incertidumbre. 2013 será peor en una pendiente invertida en donde por primera vez en muchos años el futuro será peor que el pasado. Pero la gran crisis no es la económica. Esta está envuelta por el declive de la dialéctica entre el progreso y la conservación.

En el 2013 nada sustantivo puede cambiar en una Europa que esperará a las elecciones alemanas con el inmovilismo pétreo de la señora Merkel que está prisionera de su diapasón electoral que le impedirá interrumpir el declive de Europa.

2013 será el año en el que el Euro será sometido a tensiones probablemente irresistibles. El año en el que los nuevos gobiernos de Cataluña y Euskadi llevarán al límite las tensiones en lo que ahora es España.

2013 será el año de la eclosión de populismos que meterán sus arpones en unos partidos políticos incapaces de reinventarse a sí mismos para sobrevivir.

Será el año en el que los sindicatos serán desbordados por los ciudadanos que terminarán por explotar al margen de unas instituciones que no les permiten sentirse representados.

Hasta hace poco podía sostenerse que el Apocalipsis era solo un libro. Empiezo a intuir que es una exigencia bíblica que requiere una experimentación práctica. Solo faltaba la conjunción de la mediocridad y el egoísmo coincidentes en el poder. Me temo que el año que viene habremos llegado a esa estación término.

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