MADRID, 11 (OTR/PRESS)
De sobra sabía el ministro de Educación, José Ignacio Wert, que su expresión «españolizar a los alumnos catalanes» iba a levantar una polémica muy fuerte en los nacionalistas de todo signo y en los sectores de la izquierda. En su trayectoria profesional, Wert acumula varios trienios dedicados a la sociología, a la demoscopia, en definitiva, conoce muy bien los entresijos que mueven a la opinión pública e incluso ha trabajado codo con codo con el sociólogo y asesor de cabecera de Rajoy, Pedro Arriola.
Por eso, lo primero que habría que saber -y de esa ignorancia sólo nos podría sacar el propio ministro- es si sus palabras fueron pronunciadas con un punto de provocación hacia el nacionalismo catalán, más aún cuando queda un mes y medio para unas elecciones autonómicas que el Presidente de la Generalitat, Artur Más, ha planteado en clave plebiscitaria sobre la independencia de Cataluña. Si esa hipótesis, la de la provocación, fuera la correcta, habría que admitir que Wert ha conseguido el efecto deseado, porque el rasgamiento de vestiduras de los nacionalistas, de IU, del PSC y del PSOE es de tal magnitud que el debate y la polémica está servido.
En cualquier caso, es un rasgamiento de vestiduras a todas luces exagerado, porque por la misma, cómo se debería haber reaccionado en el resto de España ante algunas manifestaciones en estos años de líderes del nacionalismo catalán, sean de CIU o de ERC claramente ofensivas hacia los españoles; como se debería haber reaccionado ante la utilización para intereses partidistas de un partido de fútbol como el último Barca-Real Madrid.
El problema de esta polémica no es si la expresión utilizada por Wert, «españolizar», es la más adecuada o no. El problema es si de fondo, el ministro tiene razón o no. Si en Cataluña es posible, todo aquel alumno o padres que lo pidan, recibir la enseñanza en castellano; si los libros de texto que se estudian en los colegios falsean o no la historia de Cataluña y de España. Si se educa a los niños catalanes en el rechazo o incluso en el odio a todo lo que suene a español o no. Ese es el problema, al que este Gobierno y todos los anteriores no han hecho frente, porque han preferido dejar que las cosas transcurrieran por su propio cauce. Por eso, quizás Wert podría haber empleado otro término distinto al de «españolizar». Podría haber buscado uno que resumiera mejor los dos objetivos que debe de buscar todo Gobierno de España: cumplir y hacer cumplir la ley, la Constitución, en cualquier punto del territorio español y que todos los ciudadanos sean iguales ante la misma. Por eso, el término «constitucionalizar» quizás hubiera resumido mejor esos propósitos, aunque seguro que también hubiera molestado, y mucho, a los nacionalistas y quizás también a la izquierda, a los que la Carta Magna interesa de esa manera.