Fernando Jáuregui – Algún día se arrepentirán de esto.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Sé que ha habido ceses y dimisiones, pero parece fuera de lo razonable, y por completo intolerable, que un programa de la televisión pública catalana simule disparar contra una caricatura del Rey y contra las de otras personas poco gratas a lo «políticamente correcto» en algunos medios catalanes. Ha ocurrido en TV3, donde un guionista, Jair Domínguez, defendió pegar «cuatro tiros» al Rey si no se marcha, recalcando que la violencia es legítima, como última solución. La sal gorda de la descalificación al Rey y a otros personajes, como el periodista, Salvador Sostres, resultaba ya no rechazable, sino estomagante.

Lo sucedido, un programa que incita, desde una televisión pagada por todos, a la violencia y al magnicidio, podría incluso considerarse como un lamentable hecho aislado que merece la dimisión de su directora, cosa que efectivamente hizo; nadie le ha visto la gracia ni el talento al puñetero programa «bestiari il-lustrat», del canal 33 de TV3, pero es algo más: es el reflejo de una corriente de opinión que algunos fanáticos tratan de imponer «manu militari» sobre el debate secesionista que ahora impregna toda Cataluña. Que el Govern no haya lanzado una durísima condena contra esta monstruosidad perpetrada en un medio público es algo ya bastante indicativo; al fin y al cabo, el propio presidente de la Generalitat, Artur Mas, fue el primero en hablar de las «armas» que el Estado no podrá utilizar contra sus planes secesionistas. Un lenguaje muy peligroso que luego deriva en atrocidades como las que estoy comentando.

Es urgente que el sosiego, la racionalidad, el sentido común y hasta el buen gusto regresen al debate interno, de enorme calado político, al que se enfrenta Cataluña en esta etapa preelectoral verdaderamente clave. Ni los unos pueden amenazar con todos los males de infierno a Cataluña si la Generalitat sigue su loca deriva -y hay que reconocer que algún columnista se pasa ampliamente en este sentido- , ni los otros pueden extremar su victimismo hasta convertirlo en agresión hacia quien encarna la unidad de España. Algún día, no muy lejano algunos se arrepentirán de haber ido tan lejos como han ido, camino de la nada. Yo soy optimista: el 26 de noviembre, la jornada después de las elecciones catalanas muchas aguas volverán a su cauce. Ya lo verá usted, querido lector.

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