Isaías Lafuente – Españolizar.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

A todos se nos calienta la boca de vez en cuando. Incluso, sin llegar al fragor de un debate subido de tono, a veces no encontramos la palabra precisa para expresar nuestro pensamiento y acabamos diciendo algo distinto a lo que queremos expresar. O quizás, sencillamente, se nos entiende o se nos interpreta mal. Estas razones forman parte del argumentario clásico del que yerra y seguramente hubiera podido hacer uso de ellas José Ignacio Wert si no fuera porque es un hombre bregado en la controversia que conoce a la perfección el impacto de los mensajes políticos en la ciudadanía, porque es ministro, porque dijo lo que dijo en el Congreso de los Diputados y porque estaba hablando de una materia sensible en un momento especialmente sensible.

Y además, por la secuencia. Porque hace una semana, el ministro Wert deslizó una teoría según la cual el crecimiento del sentimiento independentista en Cataluña echaba raíces en la educación que se da en esa comunidad, de tal manera que el objetivo expresado ahora de españolizar a los niños catalanes viene a ser la terapia decidida para combatir el mal detectado.

Y si el diagnóstico es discutible, el tratamiento es inquietante. Primero, porque sólo se puede españolizar aquello que no es español, algo difícil de sostener desde la sensatez respecto a los niños catalanes. Y segundo, porque si el ministro de Educación detecta en una comunidad una especie de adoctrinamiento político, lo que tiene que hacer es corregirlo y no proponer frente al catalán un adoctrinamiento español. Releo el impecable artículo 27.2 de la Constitución: «La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales». Y no veo ni en él ni en la ley que lo desarrolla que la educación persiga españolizar a nuestros niños. El orgullo y el sentimiento de pertenencia a una comunidad no se imparte en las aulas en una democracia. Nace con el tiempo, si merece la pena. E ideas como las expresadas por Wert no ayudan, precisamente.

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