Carlos Carnicero – Sobredosis de independentismo.


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

La hipótesis de independencia para Cataluña es un magma que va invadiendo todo. No se puede poner una emisora de radio sin que el reto de Artur Mas esté presente; casi siempre con posiciones incendiarias de las dos barricadas que se están formando. Es cierto que la cita electoral de noviembre calienta los fogones. Pero la primera victoria del president es que se barajen una y otra vez las consecuencias que tendría la creación de un Estado Catalán desvinculado de España. La posibilidad es la primera condición de la realidad.

No veo reflexiones serenas para averiguar el por qué hemos llegado a este punto en que se debate sobre las consecuencias de ese acto no contemplado ni en la Constitución Española ni en los protocolos de la ONU.

Una inmensa ola de desafección recorre España. Esta España que ha perdido su lugar en el mundo. Que se debate entre la intervención en forma de rescate y la miseria que anida en unas calles que no tienen esperanza.

Es difícil seguir amando a quien ha fracasado. Requiere una sobredosis de amor. Amor en tiempos de cólera, en donde muchos hijos huyen de la casa del enfermo. Ya no encuentran cobijo en la casa del enfermo. Siempre hay voluntarios para atizar los incendios. Nosotros tenemos a José Ignacio Wert, afectado de una tasa letal de narcisismo político. Probablemente dar rienda suelta al provocador que lleva dentro le debe producir enormes satisfacciones en su autoestima. Pero el daño que está haciendo en diversos ámbitos es notable. Elitista en todo lo concerniente a educación y cultura, con un desprecio hacia las instituciones universitarias y a los estudiantes sin recursos que reclama la excelencia como único nicho académico.

Wert hubiera sido un inquisidor notable con su obsesión por cambiar los sentimientos íntimos de los súbditos. Hasta la Corona, tan implicada en cristianizar a los indios, le ha reprendido por sus tesis sobre la españolización de los niños catalanes. Ni siquiera ha aludido a la extensión de la ciudadanía para una intervención educativa en Cataluña. Los quiere cristianizar, a los niños catalanes, metiéndoles un nuevo catecismo patriótico en la cabeza. Con defensores de la españolidad de este calibre, Artur Más debiera permanecer quieto y dejarle hacer su trabajo al ministro de Cultura.

Los exordios ayudan mucho al independentismo catalán. Son la demostración más precisa de un fracaso histórico en el que los que se llenan la boca con la palabra España están dinamitando sus cimientos. No creo que estemos a tiempo de una reflexión serena sobre la España en la que podemos caber todos los españoles. Cuando el amor se esfuma, recuperarlo requiere mucho talento. Estar en el bando de José Ignacio Wert es muy difícil desde la racionalidad. A muchos españoles y miles de catalanes el ministro de Educación, con su sobreactuación, como poco, les impulsa al silencio.

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