Esther Esteban – Más que palabras – Adoctrinamiento y algo más.


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

De todas las muestras de «frikismo» que estos días se están viendo y leyendo en torno a la independencia de Cataluña me ha llamado especialmente la atención dos secuencias. Una la del programa emitido por la televisión pública catalana, en el que se simulaba disparos contra el Rey, Félix Millet y Salvador Sostres y, la otra, el reportaje emitido por el canal 21 Ebre, de carácter privado, donde niños de primaria se muestran partidarios de la independencia de Cataluña y algunos ilustraron el tema dibujando una estelada.

Son dos ejemplos claros de proselitismo y de los efectos perversos del adoctrinamiento. Adoctrinamiento es, según la Real Academia Española, – sí, sí Española -:»Instruir a alguien en el conocimiento o enseñanzas de una doctrina, inculcarle determinadas ideas o creencias» y eso es exactamente lo que hemos visto en ambos casos. Si malo es que una televisión pública liquide de un plumazo- cesando a la directora del programa- la polémica de los disparos al jefe del Estado, a mí me resulta todavía más repugnante ver contestaciones en niños de apenas diez años de este tipo:

Presentadora (a todos).- ¿Qué es la independencia?

Marta.- Independencia es que no quieres pagar los impuestos a toda España y quedárnoslos nosotros.

Judith.- La independencia es que nos queremos separar para no pagar tantos impuestos.

Presentadora.- ¿Y tú quieres ser independiente?

Gabriel.- Sí porque tal como está España mejor ser catalán.

Pau.- Quiero la independencia porque el dinero se lo podría quedar la Generalitat y así no habría tanta crisis. No quiero formar parte de España.

Marc.- La independencia es que nosotros queremos estar en libertad de España y ser un país democrático.

Presentadora.- Define a Artur Mas.

Pau.- Es lo más alto de Cataluña.

Presentadora.- ¿Y Rajoy?

Pau.- Sin decir palabrotas, es un poco tonto.

Este pequeñísimo extracto del programa define por sí mismo cómo se adoctrina, alecciona, instruye, adiestra o amaestra a niños, inocentes y por lo tanto manipulables, con el intento evidente de ganar adeptos a la causa nacionalista.

No voy a entrar en la polémica de si «españolizar» o «catalanizar» es lo mismo, porque aunque no me dan miedo las palabras, me niego a entrar en debates que, de tanto manoseo, resultan estériles. Sí decir que, como ha escrito Antonio Gala en su magistral Tronera de El Mundo, «Amo a España- la de hoy- con todo el corazón. Amo su historia y sus componendas, y sus pasos torcidos y las chapuzas que la han llevado a ser como es (*..). Amo y amaré a España por encima de todo, pero necesito que esté alegre y satisfecha para que nos sonría y nos quiera también tal como somos: imperfectos y poco mejorables». Amén querido Antonio, amén.

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