Carlos Carnicero – La insostenible soledad de Rajoy.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Hay ocasiones en las que una mayoría absoluta es poca cosa. Claro, sirve para manejar el Boletín Oficial del Estado a golpe de decreto ley. Pero cuando la realidad internacional, la política interior y la ciudadanía dan la espalda al proyecto arropado por más de la mitad más uno de los ciudadanos, el pacto se hace imprescindible.

Ahora, con la crisis catalana en un punto en el que todo el mundo quiere ganar un concurso infantil de quién micciona más lejos, la temperatura empieza a ser insoportable.

Con la colaboración de José Ignacio Wert, la carrera hacia el despropósito está asegurada, porque Artur Mas quiere pasar a la historia. Y esas obsesiones siempre dinamitan una sociedad.

Los disparates se hacen realidad si hay una densidad de irresponsables en puestos relevantes que la hacen posible. Estamos en esa. El grito de independencia no es más que el «sálvese quien pueda» de este incendio generalizado de España. Ocasiones como estas requieren estadistas, una especie en extinción gracias a las obsesiones demoscópicas por la próxima elección: son una venda que impide ver el futuro.

Hay un dicho repetido de que las crisis son ocasión de nuevas oportunidades. Siempre que haya talento para dar la vuelta a la dinámica generada hacia el caos que impulsen una reformulación de la realidad. No es el caso: aquí hay demasiada gente empujando hacia el abismo. Epoca de fanáticos iluminados obsesionados con su ceguera.

Empezando por Angela Merkel, desguazando y fraccionando Europa en un rumbo sin salida más que hacia la pobreza del sur y la crisis del norte. Mariano Rajoy es, probablemente, un bien intencionado. Es lo peor que se puede decir enumerando las condiciones de alguien. Está solo. En Europa, aunque hace escarceos con Italia y Francia. En España, donde el incumplimiento de su programa electoral está asentado solo en sus propios votos y con casi toda la sociedad enfrente. No ha sido capaz de definir un horizonte concreto de esperanza que provoque adhesión en la ciudadanía. Y ahora, Cataluña se le va de las manos y lo único que se le ocurre es «españolizar» a los niños catalanes. Wert está agujereando los botes de salvavidas. Y le encanta la provocación como tecnología de aceleración de los desastres. Cuando llega a casa, se mira en el espejo y se reconoce como el mejor de los machos que dice lo que le pide el cuerpo.

Sin dramatismos, estamos en una emergencia nacional en la que se impone un gabinete de crisis con pactos con los partidos y las fuerzas sociales. Pactar es ceder y acordar. Y ese día el presidente de Gobierno no acudió a clase. Debería hacer un esfuerzo para entender que el barco se le está hundiendo y debiera hacer una llamada de SOS.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído