Francisco Muro de Iscar – ¿Nos merecemos este Nobel?.


MADRID, 14 (OTR/ PRESS)

¿Ahora precisamente que Europa está recortando derechos? ¿Ahora que, en medio de la crisis, Europa está dando un espectáculo de indecisión y obliga a los países con más dificultades a recortar derechos y a optar por la pobreza? ¿Ahora que España, que es mestizaje en su esencia, pone barreras a los sin papeles para que accedan a la sanidad y tasas a todos los ciudadanos para acceder a la justicia? ¿Ahora que está en cuestión hasta el Estado de solidaridad? El Nobel de la Paz para la Unión Europea es, cuando menos, polémico y deja un regusto amargo. No ha sido celebrado casi ni por las propias autoridades europeas. Claro que también se lo dieron a Obama cuando aún no había tenido tiempo de hacer nada. Habría que revisar, incluso, el tratamiento que Europa ha dado a la inmigración, generoso con muchos, pero aprovechado por muchas personas sin escrúpulos para tener mano de obra barata, personas sin derechos y hasta una trata de hombres y mujeres realmente escandalosa y denigrante.

Hay muchas cosas a favor de una Europa en paz, donde los derechos humanos tienen carta de naturaleza, donde muchos ciudadanos no han conocido otro régimen que la de democracia -imperfecta, pero democracia- donde todos hemos vivido en libertad -con excepciones como el País Vasco durante los últimos cuarenta años- y donde la desaparición de la Unión Soviética se ha saldado con heridas muy graves, pero abriendo puertas a un futuro en libertad. Una Europa que apostó por la dignidad de la persona y los valores humanos que están en su esencia cristiana y que, con todos sus grandes defectos, sigue siendo un referente de democracia y libertad para el mundo.

Pero esta Europa está hoy herida, no sabe por dónde caminar y parece dispuesta a dar marcha atrás incluso en cuestiones esenciales, dinamitando incluso el Estado del Bienestar si es preciso, especialmente en los países que más sufren la crisis. Una Europa sin liderazgo y que pierde credibilidad. Una Europa que negocia con los países que violan cada día los derechos humanos. ¿Nos merecemos también los ciudadanos españoles de hoy este Nobel por haber logrado la etapa democrática y libre más larga y profunda de la historia? ¿Nos lo merecemos hoy con el ejemplo que estamos dando? ¿Están España y Europa dispuestas a defender los derechos humanos de todos los que viven en su territorio garantizando el acceso a la educación y a la salud, a la justicia, a una vivienda digna, al trabajo, a la libertad y a la democracia efectiva y no nominal?

Hay que exigir más a una colectividad para darle este Nobel de la Paz cuando, además, hay tantas organizaciones en el mundo que se están dejando la piel, con enormes riesgos, por defender los derechos de los que no tienen derechos. Ni derechos ni nada. Europa debería renunciar a este Nobel si no hace un compromiso real y concreto con los derechos de los más desfavorecidos. En Europa y fuera de ella.

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